UNA BELLA MEDALLA DENOMINADA DE “MELILLA”
(R. O. 20/03/1.910)
El Gobierno de la Nación por una Real Orden de 20 de Marzo del año 1.910 decretaba la creación de una condecoración que sería conocida por el nombre de Melilla cuya finalidad era celebrar el éxito obtenido por el ejército Español en operaciones y combates duros y feroces que tuvieron lugar en las cercanías de la ciudad de Melilla, en torno a las estribaciones del monte Gurugú y la península de Tres Forcas; territorio conocido como Kelaya o Guelaya (árabe) e Ikrayen (tamazight).
Se había conseguido conquistar un territorio de una extensión aproximada de 500 Km2, empleado una fuerza de combatientes cercana a los 50.000 efectivos. El precio a pagar contabilizado en bajas no se consideró excesivo, pues se estimó en 612 muertos y 3.500 heridos; el número de bajas del enemigo nunca se supo, pero se valoró muy superior.
El error de cálculo fue creer que la campaña había concluido con la con la toma del Gurugú en 1.909 cuando en realidad se prolongó diecisiete años más. Con lo que se crearon variantes de esta medalla para conmemorar los éxitos obtenidos durante dichos años.
En el Real Decreto se determinaba el metal, medidas y todos los detalles de las figuras y objetos que debían figurar en la confección de la condecoración:
“La medalla será acuñada en plata, para los generales, jefes y oficiales, y en bronce para las clases e individuos de tropa, formando un óvalo de 38 mm. de alto por 30 de ancho, e irá en su parte superior adosada a la corona real, quedando ésta unida a una anilla prolongada en sentido horizontal, donde enlazará la cinta, que tendrá 3 Cm. de ancha y color anaranjado, y para los heridos en la campaña llevará tejida un aspa roja con los brazos de 5 cm. de ancho. El anverso de esta condecoración será el busto de S.M. el Rey, orlado de una rama de laurel con la inscripción CAMPAÑA DEL RIF. El reverso estará constituido por una figura inspirada en la victoria de Samotracia, portadora de una palma y de una corona de laurel; en el fondo la Alcazaba de Zeluán, con un sol naciente y las laderas del Gurugú; en el primer término, y a la izquierda y derecha, los escudos de España y Melilla, con roble y laurel, entre sus ramas la fecha de 1.909; en la parte superior la inscripción REINANDO DON ALFONSO XIII”.
A continuación la Real Orden establecía quienes tenían derecho a ostentar en sus pechos tan preciada medalla:
1º.- El personal militar del Ejército y de la Armada que hubiera participado durante dos meses en las operaciones que tuvieron lugar entre el 9 de Julio y el 31 de diciembre de 1.909.
2º.- También se extendía el derecho a obtener la medalla al personal anterior que aunque no hubiera tomado parte en dichas operaciones, hubieran permanecido cuatro meses en el teatro o lugar donde tuvieron lugar las acciones de guerra.
3º.- Los que habían resultado heridos en la participación de los distintos ataques a posiciones enemigas.
4º.- por último podrían tener derecho a dicha medalla “los indígenas y paisanos que hayan tomado parte en las operaciones y reúnan alguna de las condiciones que se establecen para obtenerla”.
PASADORES
En la Real Orden de creación de la medalla se incluía la confección de pasadores del mismo metal que la medalla (plata o bronce) de 3 mm. de ancho para colocarlos horizontalmente sobre la tela anaranjada dejando un espacio de 2 mm. entre los pasadores.
Estos llevaban una leyenda con el nombre de las acciones de guerra (ataques, ocupación o toma de posiciones enemigas) más significativas agrupadas en seis capítulos:
a.- SIDI HAMET EL HACH – GURUGÚ.
b.- QUEBDANA.
c.- TAXDIR – HIDUM – ZOCO EL HAD.
d.- NADOR, ZELUÁN, ZOCO EL JEMIS.
e.- ATLATEN.
f.- PEÑÓN DE ALHUCEMAS.
Tuvieron lugar más hechos de armas importantes que no figuran en los pasadores y, quizá el omitido de más relevancia es la conquista del monte Gurugú.
Suponemos que la creación de la medalla tuvo que ver con la conmoción y emoción que embargó al pueblo de Melilla con tal evento que relata Claudio Barrio en la reciente publicación de su libro “MELILLA MÍTICA”:
LA OCUPACIÓN DEL GURUGÚ EN 1909
Esta primera conquista de la era moderna tuvo lugar en 1.909 y fue seguida paso a paso entre otros medios de comunicación por la revista La Ilustración Artística. El relato comienza diciendo:
… reina en toda España grandísimo entusiasmo y pocas veces ha sido tan justificada la explosión unánime de júbilo nacional”
Y prosigue más adelante:
“por millares se cuentan los telegramas de felicitación que las representaciones de todas las fuerzas vivas del país han dirigido al general Marina, al ejército de África y al Gobierno.
Si grande fue la explosión de alegría que conmocionó a toda España, no podía ser menos en Melilla, pues suponía el broche de oro que cerraba cuatro siglos de desencuentros entre el monte y la ciudad.
El Gurugú, pequeña montaña a escala orográfica, paradójicamente era considerada por la prensa melillense de la época, posición poco menos que inexpugnable y estaba considerada como la llave de la dominación del Rif.
A los melillenses de hoy día nos es difícil vislumbrar y comprender las dimensiones tan colosales como símbolo, incluso como mito, que tenía esta posición a principios del siglo XX. Los habitantes de la ciudad se la imaginaban como un animal monstruoso que custodiaba la entrada a Marruecos que en esos años se presentaba como un país desconocido y enigmático. Quien consiguió el milagro de su ocupación y fue considerado el actor principal de tamaña gesta, no era otro que el carismático general Marina a quién en opinión unánime de los corresponsales de guerra, le corresponde la mayor parte de la gloria, “porque actuó sin precipitaciones peligrosas, atendiendo únicamente a buscar las mayores posibilidades para el triunfo definitivo y sacrificando la brillantez de las operaciones a su afán por ahorrar la sangre del soldado”. Añaden que “el citado general ha llevado esta campaña con una pericia y un tacto que han sido la admiración no sólo de España, sino también del extranjero”. La gloria de esta hazaña era compartida por sus adjuntos, los generales Orozco y Tovar, amén de los 34 batallones que participaron en los distintos episodios bélicos.
Como contrapunto a los adjetivos exultantes y a la magnificación que tuvo la conquista, debemos señalar también las suspicacias, sospechas y recelos que se suscitaron en los corresponsales de guerra, al observar la poca resistencia que opuso el enemigo a la ocupación, pues no encontraron ni una sola ametralladora en las múltiples cuevas y recovecos de la considerada en su tiempo inexpugnable montaña, que hubiera imposibilitado el acceso a la cúspide. Por aquellos días se especuló sobre el verdadero motivo del desalojo del monte por parte de las harcas enemigas y que no fue otro que las presiones y el chantaje de confidentes que, como el “moro Gato”, ejercieron sobre las cábilas que lo defendían.
La anterior observación no debe ensombrecer la belleza (si la guerra tiene perfiles bellos) que en su conjunto nos ofrece el relato histórico, pues toda obra de arte tiene su claroscuro.
La conquista del Gurugú vino precedida de la ocupación de posiciones envolventes como Nador y Zeluán, amén del Zoco El Had. La posesión de estos emplazamientos era condición indispensable para conseguir una de las metas más ansiadas por los melillenses a lo largo de los siglos y que no era otra que culminar el ascenso y ocupación de las cumbres del Gurugú.
La tan ansiada noticia se produjo el 30 de Septiembre de 1.909, corrió como un reguero de pólvora por toda la ciudad.
La secuencia de los hechos comenzó el día anterior con la salida de Melilla a las 5 de la madrugada desde el Hipódromo de las fuerzas de la guarnición de la plaza, al mando de los generales Real y Arizón: “Comenzaron a trepar las laderas del Gurugú yendo a la vanguardia la policía indígena y los refugiados de Farhana y Mezquita capitaneados por el Gato. Los rifeños al divisar nuestras tropas huyeron precipitadamente sin disparar un tiro” (así lo relatan las crónicas de la época). Poco antes de las 8 de la mañana coronaban las cumbres del Gurugú las primeras fuerzas avanzadas, el pico más alto ( a la vista desde Melilla es el Basbel), lo ocupó la brigada disciplinaria con una compañía del batallón de Navas. El segundo pico (a la vista de Melilla es el Kol-La) lo ocupaban las cuatro compañías del Regimiento África.
Al poco de coronar la ocupación de los dos picos, visibles desde Melilla, sobre ellos comenzaron a tremolar sendas banderas españolas. El momento fue solemnísimo, emocionante, según las crónicas:
La artillería de todos los campamentos, y de la escuadra surta frente a la bahía y la de Melilla, dispararon salvas de 21 cañonazos. Y en todas partes los soldados prorrumpían en estruendosos vivas a España.
En Melilla la población entera se lanzó a la calle; las campanas de las iglesias se echaron al vuelo; todas las bandas de música de la plaza tocaron la Marcha Real; militares y paisanos fraternizaron: el júbilo que produjo el acontecimiento era indescriptible. “Diríase –dice un testigo presencial- que un vértigo de locura patriótica se ha apoderado del vecindario entero; grupos de chiquillos recorren frenéticos las calles…”. Este emocionante cuadro, difícilmente reproducible en el futuro, quedará imborrable como esculpido en bronce, en la memoria histórica de la ciudad. El arriar de las banderas españolas a las pocas horas de ser izadas en su cumbre causó estupor y desilusión en los melillenses y recelos, como ya hemos apuntado, entre los corresponsales de guerra. Ante tan desbordada euforia, desde la perspectiva del tiempo, cabe preguntar si estaba justificada porque suponía finalizada la guerra, y parecía dar a entender el triunfo definitivo sobre las harcas de las temidos e indómitos rifeños.
La respuesta sólo puede darse desde la empatía, consistente en adentrarse e imbuirse en los sentimientos que embargaban el alma atormentada por el terror y la angustia de los melillenses de principios del siglo XX. La montaña sólo les había producido sinsabores y sobresaltos por los disparos continuos desde sus alturas y estribaciones, los cuales engendraban zozobra e inseguridad en la población. Los disparos procedían de los modernos fusiles Remington de 21 disparos por segundo y de los cañones Shneider, arrebatados a los españoles.
Por ello deducimos que estaba justificado el alborozo que mostraron los melillenses, pues la conquista del Gurugú simbolizaba el encuentro y el abrazo entre enemigos ancestrales, finalmente reconciliados.
Acontecimientos posteriores dejaron en claro que la guerra del Rif no había terminado. La muerte en campaña del general Díez Vicario y la Semana Trágica de Barcelona enfriaron el ardor patriótico suscitado por las victorias reseñadas. Las acciones militares continuaron durante los años 1.911 y 1.912 bautizadas pomposamente como la “Guerra del Kert”. Como consecuencia de la prolongación de la guerra, el Gobierno Español continuó creando medallas, que siguieron llamándose “Medalla de Melilla” a través de Reales Decretos de los que iremos informando en sucesivos artículos.
Domingo N. Bolaños Sánchez
( Secretario de la Asociación de Estudios Melillenses y exsecretario de Asociación Numismática Melillense )
Artículo publicado en el diario “Melilla Hoy” de fecha 14 de noviembre de 2004
El Gobierno de la Nación por una Real Orden de 20 de Marzo del año 1.910 decretaba la creación de una condecoración que sería conocida por el nombre de Melilla cuya finalidad era celebrar el éxito obtenido por el ejército Español en operaciones y combates duros y feroces que tuvieron lugar en las cercanías de la ciudad de Melilla, en torno a las estribaciones del monte Gurugú y la península de Tres Forcas; territorio conocido como Kelaya o Guelaya (árabe) e Ikrayen (tamazight).
Se había conseguido conquistar un territorio de una extensión aproximada de 500 Km2, empleado una fuerza de combatientes cercana a los 50.000 efectivos. El precio a pagar contabilizado en bajas no se consideró excesivo, pues se estimó en 612 muertos y 3.500 heridos; el número de bajas del enemigo nunca se supo, pero se valoró muy superior.
El error de cálculo fue creer que la campaña había concluido con la con la toma del Gurugú en 1.909 cuando en realidad se prolongó diecisiete años más. Con lo que se crearon variantes de esta medalla para conmemorar los éxitos obtenidos durante dichos años.
En el Real Decreto se determinaba el metal, medidas y todos los detalles de las figuras y objetos que debían figurar en la confección de la condecoración:
“La medalla será acuñada en plata, para los generales, jefes y oficiales, y en bronce para las clases e individuos de tropa, formando un óvalo de 38 mm. de alto por 30 de ancho, e irá en su parte superior adosada a la corona real, quedando ésta unida a una anilla prolongada en sentido horizontal, donde enlazará la cinta, que tendrá 3 Cm. de ancha y color anaranjado, y para los heridos en la campaña llevará tejida un aspa roja con los brazos de 5 cm. de ancho. El anverso de esta condecoración será el busto de S.M. el Rey, orlado de una rama de laurel con la inscripción CAMPAÑA DEL RIF. El reverso estará constituido por una figura inspirada en la victoria de Samotracia, portadora de una palma y de una corona de laurel; en el fondo la Alcazaba de Zeluán, con un sol naciente y las laderas del Gurugú; en el primer término, y a la izquierda y derecha, los escudos de España y Melilla, con roble y laurel, entre sus ramas la fecha de 1.909; en la parte superior la inscripción REINANDO DON ALFONSO XIII”.
A continuación la Real Orden establecía quienes tenían derecho a ostentar en sus pechos tan preciada medalla:
1º.- El personal militar del Ejército y de la Armada que hubiera participado durante dos meses en las operaciones que tuvieron lugar entre el 9 de Julio y el 31 de diciembre de 1.909.
2º.- También se extendía el derecho a obtener la medalla al personal anterior que aunque no hubiera tomado parte en dichas operaciones, hubieran permanecido cuatro meses en el teatro o lugar donde tuvieron lugar las acciones de guerra.
3º.- Los que habían resultado heridos en la participación de los distintos ataques a posiciones enemigas.
4º.- por último podrían tener derecho a dicha medalla “los indígenas y paisanos que hayan tomado parte en las operaciones y reúnan alguna de las condiciones que se establecen para obtenerla”.
PASADORES
En la Real Orden de creación de la medalla se incluía la confección de pasadores del mismo metal que la medalla (plata o bronce) de 3 mm. de ancho para colocarlos horizontalmente sobre la tela anaranjada dejando un espacio de 2 mm. entre los pasadores.
Estos llevaban una leyenda con el nombre de las acciones de guerra (ataques, ocupación o toma de posiciones enemigas) más significativas agrupadas en seis capítulos:
a.- SIDI HAMET EL HACH – GURUGÚ.
b.- QUEBDANA.
c.- TAXDIR – HIDUM – ZOCO EL HAD.
d.- NADOR, ZELUÁN, ZOCO EL JEMIS.
e.- ATLATEN.
f.- PEÑÓN DE ALHUCEMAS.
Tuvieron lugar más hechos de armas importantes que no figuran en los pasadores y, quizá el omitido de más relevancia es la conquista del monte Gurugú.
Suponemos que la creación de la medalla tuvo que ver con la conmoción y emoción que embargó al pueblo de Melilla con tal evento que relata Claudio Barrio en la reciente publicación de su libro “MELILLA MÍTICA”:
LA OCUPACIÓN DEL GURUGÚ EN 1909
Esta primera conquista de la era moderna tuvo lugar en 1.909 y fue seguida paso a paso entre otros medios de comunicación por la revista La Ilustración Artística. El relato comienza diciendo:
… reina en toda España grandísimo entusiasmo y pocas veces ha sido tan justificada la explosión unánime de júbilo nacional”
Y prosigue más adelante:
“por millares se cuentan los telegramas de felicitación que las representaciones de todas las fuerzas vivas del país han dirigido al general Marina, al ejército de África y al Gobierno.
Si grande fue la explosión de alegría que conmocionó a toda España, no podía ser menos en Melilla, pues suponía el broche de oro que cerraba cuatro siglos de desencuentros entre el monte y la ciudad.
El Gurugú, pequeña montaña a escala orográfica, paradójicamente era considerada por la prensa melillense de la época, posición poco menos que inexpugnable y estaba considerada como la llave de la dominación del Rif.
A los melillenses de hoy día nos es difícil vislumbrar y comprender las dimensiones tan colosales como símbolo, incluso como mito, que tenía esta posición a principios del siglo XX. Los habitantes de la ciudad se la imaginaban como un animal monstruoso que custodiaba la entrada a Marruecos que en esos años se presentaba como un país desconocido y enigmático. Quien consiguió el milagro de su ocupación y fue considerado el actor principal de tamaña gesta, no era otro que el carismático general Marina a quién en opinión unánime de los corresponsales de guerra, le corresponde la mayor parte de la gloria, “porque actuó sin precipitaciones peligrosas, atendiendo únicamente a buscar las mayores posibilidades para el triunfo definitivo y sacrificando la brillantez de las operaciones a su afán por ahorrar la sangre del soldado”. Añaden que “el citado general ha llevado esta campaña con una pericia y un tacto que han sido la admiración no sólo de España, sino también del extranjero”. La gloria de esta hazaña era compartida por sus adjuntos, los generales Orozco y Tovar, amén de los 34 batallones que participaron en los distintos episodios bélicos.
Como contrapunto a los adjetivos exultantes y a la magnificación que tuvo la conquista, debemos señalar también las suspicacias, sospechas y recelos que se suscitaron en los corresponsales de guerra, al observar la poca resistencia que opuso el enemigo a la ocupación, pues no encontraron ni una sola ametralladora en las múltiples cuevas y recovecos de la considerada en su tiempo inexpugnable montaña, que hubiera imposibilitado el acceso a la cúspide. Por aquellos días se especuló sobre el verdadero motivo del desalojo del monte por parte de las harcas enemigas y que no fue otro que las presiones y el chantaje de confidentes que, como el “moro Gato”, ejercieron sobre las cábilas que lo defendían.
La anterior observación no debe ensombrecer la belleza (si la guerra tiene perfiles bellos) que en su conjunto nos ofrece el relato histórico, pues toda obra de arte tiene su claroscuro.
La conquista del Gurugú vino precedida de la ocupación de posiciones envolventes como Nador y Zeluán, amén del Zoco El Had. La posesión de estos emplazamientos era condición indispensable para conseguir una de las metas más ansiadas por los melillenses a lo largo de los siglos y que no era otra que culminar el ascenso y ocupación de las cumbres del Gurugú.
La tan ansiada noticia se produjo el 30 de Septiembre de 1.909, corrió como un reguero de pólvora por toda la ciudad.
La secuencia de los hechos comenzó el día anterior con la salida de Melilla a las 5 de la madrugada desde el Hipódromo de las fuerzas de la guarnición de la plaza, al mando de los generales Real y Arizón: “Comenzaron a trepar las laderas del Gurugú yendo a la vanguardia la policía indígena y los refugiados de Farhana y Mezquita capitaneados por el Gato. Los rifeños al divisar nuestras tropas huyeron precipitadamente sin disparar un tiro” (así lo relatan las crónicas de la época). Poco antes de las 8 de la mañana coronaban las cumbres del Gurugú las primeras fuerzas avanzadas, el pico más alto ( a la vista desde Melilla es el Basbel), lo ocupó la brigada disciplinaria con una compañía del batallón de Navas. El segundo pico (a la vista de Melilla es el Kol-La) lo ocupaban las cuatro compañías del Regimiento África.
Al poco de coronar la ocupación de los dos picos, visibles desde Melilla, sobre ellos comenzaron a tremolar sendas banderas españolas. El momento fue solemnísimo, emocionante, según las crónicas:
La artillería de todos los campamentos, y de la escuadra surta frente a la bahía y la de Melilla, dispararon salvas de 21 cañonazos. Y en todas partes los soldados prorrumpían en estruendosos vivas a España.
En Melilla la población entera se lanzó a la calle; las campanas de las iglesias se echaron al vuelo; todas las bandas de música de la plaza tocaron la Marcha Real; militares y paisanos fraternizaron: el júbilo que produjo el acontecimiento era indescriptible. “Diríase –dice un testigo presencial- que un vértigo de locura patriótica se ha apoderado del vecindario entero; grupos de chiquillos recorren frenéticos las calles…”. Este emocionante cuadro, difícilmente reproducible en el futuro, quedará imborrable como esculpido en bronce, en la memoria histórica de la ciudad. El arriar de las banderas españolas a las pocas horas de ser izadas en su cumbre causó estupor y desilusión en los melillenses y recelos, como ya hemos apuntado, entre los corresponsales de guerra. Ante tan desbordada euforia, desde la perspectiva del tiempo, cabe preguntar si estaba justificada porque suponía finalizada la guerra, y parecía dar a entender el triunfo definitivo sobre las harcas de las temidos e indómitos rifeños.
La respuesta sólo puede darse desde la empatía, consistente en adentrarse e imbuirse en los sentimientos que embargaban el alma atormentada por el terror y la angustia de los melillenses de principios del siglo XX. La montaña sólo les había producido sinsabores y sobresaltos por los disparos continuos desde sus alturas y estribaciones, los cuales engendraban zozobra e inseguridad en la población. Los disparos procedían de los modernos fusiles Remington de 21 disparos por segundo y de los cañones Shneider, arrebatados a los españoles.
Por ello deducimos que estaba justificado el alborozo que mostraron los melillenses, pues la conquista del Gurugú simbolizaba el encuentro y el abrazo entre enemigos ancestrales, finalmente reconciliados.
Acontecimientos posteriores dejaron en claro que la guerra del Rif no había terminado. La muerte en campaña del general Díez Vicario y la Semana Trágica de Barcelona enfriaron el ardor patriótico suscitado por las victorias reseñadas. Las acciones militares continuaron durante los años 1.911 y 1.912 bautizadas pomposamente como la “Guerra del Kert”. Como consecuencia de la prolongación de la guerra, el Gobierno Español continuó creando medallas, que siguieron llamándose “Medalla de Melilla” a través de Reales Decretos de los que iremos informando en sucesivos artículos.
Domingo N. Bolaños Sánchez
( Secretario de la Asociación de Estudios Melillenses y exsecretario de Asociación Numismática Melillense )
Artículo publicado en el diario “Melilla Hoy” de fecha 14 de noviembre de 2004
Muy bueno. Me gustaria conocer mas datos sobre esta medalla y su variantes.. donde podria digirme? un cordial saludo
ResponderEliminarEn el número 3 de la revista SERGA, de enero-febrero de 2000 apareció un interesante artículo firmado por D. Juan L. Calvó y titulado "La Medalla de Melilla y sus variantes".
ResponderEliminarLa revista SERGA está editada por ALMENA EDICIONES, cuyo correo electrónico es:
almena@retemail.es.
Poseo una medalla que perteneció a mi abuelo, pero la cinta es verde, como la que figura en la segunda fotografía. Me gustaría saber qué diferencia hay con la de color naranja. Mi abuelo estuvo en Melilla en 1915-1918, y se (por unos escritos que dejó) que estuvo en operaciones por Monte Arruit, El Gurugú, Kadur, etc.
ResponderEliminarSaludos