ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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EN EL BARRANCO DEL LOBO

jueves, 28 de mayo de 2009

Fragata Numancia: Las Compañías de Mar




Las Compañías de Mar

Benigno Dávila Pérez, era Cabo de Mar, perteneciente a la Compañía de Mar y se hallaba embarcado en la fragata blindada “Numancia”, pero, ¿qué eran y de hecho que son las Compañías de Mar?. Eran, unidades que con diferente denominación desde que fue conquistada Melilla, desempeñaron relevantes funciones y que cumplían con las faenas marineras, en las posiciones de costa así como en islas y peñones, funciones que en la actualidad siguen desempeñando. Compañías de Mar, irán posteriormente surgiendo en Ceuta, Larache, el Sahara, etc…

De hecho, la función de la Compañía de Mar de Ceuta en este caso, antiquísima ya que sus orígenes se remontan a la conquista de la misma por Juan I de Portugal en el año 1415, siendo sus funciones mantener los enlaces y portar el correo desde Ceuta a la Península, la represión de la piratería, vigilancia y protección de la costa, efectuando operativos tierra-mar, navegación “de corso”, consistentes en dificultar en todo lo posible la navegación enemiga y el comercio, en zona del estrecho de Gibraltar, en tiempos de guerra para España, la provisión de pertrechos y abastos para la ciudad, carga y descarga de buques llegados a Ceuta en este caso, motivo por el cual, se debían de tener siempre bien aparejadas las fustas, jabeques y bergantines y preparados cuantos recursos humanos fuesen necesarios como remeros y marineros. La guarnición de la Compañía de Mar de Ceuta, fue portuguesa desde 1415 hasta la separación de los reinos de España y Portugal, tras la firma del Tratado de Lisboa el 13 de febrero de 1668, por el cual, España reconocía la independencia de Portugal mediante el cual, se puso fin a la guerra de separación entre ambos, iniciada en 1640. Uno de los principales puntos del acuerdo, era la devolución de Ceuta a España.

Con la aparición del vapor, a mediados del siglo XIX sus misiones se modifican consistiendo las mismas en vigilancia de puertos y embarcaciones fondeadas, mantenimiento de las embarcaciones del estado, carga y descarga de barcos y auxilio a otras instituciones o cuerpos que lo solicitasen, siguiendo cumpliendo el servicio de correo con la península todo y haber barcos contratados para ello.

La Compañía de Mar de Melilla, tiene su antecedente más antiguo en el año de creación de la misma que fue el de 1497.
“…El Capitán General D. Juan Alonso de Guzmán, Conde de Niebla y Duque de Medina Sidonia con el nombre de “Cuarenta Hombres de Mar” para tripular cuatro fustas de remos bien pertrechadas e aparejadas; que sean tales y haya en todas estas cuatro fustas, fasta cincuenta barcos, e para ella se les da los dichos “Cuarenta Hombres de Mar”, para que estén continuos, , en que haya en ellos; en cada una un Patrón, un cómitre, e tres timoneros, e cinco marineros; que son en todas cuatro fustas; “Cuarenta Hombres de Mar”…”

Sus principales misiones como ya se ha citado, eran mantener la comunicación con España, combatir y perseguir la piratería, protección de otros barcos que surcaban las aguas del estrecho, estaban afectas al mando de la plaza y desde 1740, vigilaban las costas del norte de África desde Ceuta a Melilla y en la península, desde Almuñecar al Estrecho de Gibraltar.

Por citar algunos ejemplos a parte de citar a la lancha que salió en auxilio del bote de vapor en el que iban el Cabo de Mar D. Benigno Davila y el marinero D. Melchor Uso, se pueden encontrar otros como el publicado en “La Correspondencia de España”, del 11 de julio de 1909:

“…En Mar Chica. La compañía de Mar que manda el primer teniente D. José Morán y en la que figuran los segundos tenientes D. José Mazarello y D. Gregorio Gallego, han prestado, como siempre excelentes servicios. Por la tarde fueron transportados a la inmensa laguna llamada Mar Chica, y que llegan hasta la falda misma del Atalayón, algunos botes. En ellos se cargaron provisiones y víveres que eran transportados hasta el sitio donde se hallaban las fuerzas españolas. Del mando de la escuadrilla de barcos se encargó el teniente Mazarello…”

Durante la llegada de refuerzos por mar, dicha compañía, auxiliaba a los buques con sus embarcaciones, desembarcando pertrechos, material y hombres, como ocurrió a la llegada del “Montevideo” y del “Buenos Aires”, el 14 de julio de 1909, operaciones las cuales se realizaron con condiciones de mar adversas, debido a temporal el cual, por suerte finalmente amainó. No obstante, una de las lanchas sufrió un percance y gracias a la rapidez con la que se actuó, las pérdidas fueron mínimas. Entre los auxilios, se contó con la Compañía de Mar de Melilla, la cual, una vez más tras su actuación, salió nuevamente elogiada. Los hechos, dentro del contexto en que fueron realizados, quedaron recogidos en la prensa del día, siendo narrados por Rodríguez de Celis en la forma siguiente (textual):

Bajo el título, “Desembarco en Melilla”, “Un grave accidente” (De nuestro redactor Rodríguez de Celis). “Crónica del día”, “A punto de una catástrofe”,

“…Melilla. (sábado noche). El suceso culminante del día se ha desarrollado en el puerto. Allí ha estado fija la atención del todo el mundo gran parte de la mañana. Durante una hora ha sido más que atención; ansiedad honda, indescriptible. Digámoslo de una vez: hemos estado a punto de tener que deplorar una terrible catástrofe. Vamos a referir el suceso puntualmente.

Había entrado en el puerto, a las seis y media de la mañana, el vapor de la Compañía Transatlántica Ciudad de Cádiz. Traía a bordo, como ya es sabido a los Cazadores de Mérida, número 13.

A las ocho de la mañana comenzó el desembarco. Como de costumbre, multitud de personas habiánse congregado en el puerto; unas para tomar parte en las operaciones de descarga; otras en espera de compañeros o amigos; muchas más sin otro papel que el de simples curiosos.
La mañana era espléndida; un sol de justicia lanzaba implacable sus rayos sobre la multitud. El mar estaba agitado por alguna marejada movida por el Levante.

Desembarcaban sin contratiempo los Cazadores de Mérida, y en esta operación había transcurrido dos horas. Eran las diez cuando resonó en el muelle un gran clamoreo seguido de un general movimiento de inquietud. No era para menos el cuadro que a la vista de todos se ofrecía.

Un lanchón, empleado en el desembarque, iba remolcado por una de las lanchas de la compañía de Mar. Rompióse el cabo del remolque y el lanchón quedó sin gobierno, a merced de las encrespadas olas, que lo han empujado contra un arrecife, produciendo violentísimo choque.

La muchedumbre, que no cesaba en sus clamores angustiosos, ha visto que el lanchón comenzaba a irse a pique por la parte de popa. Y esta circunstancia ha aumentado la general consternación, pues los espectadores presentían el trágico final de la tropa que el lanchón conducía.

Era esta formada por 120 soldados del batallón de Mérida, al mando del capitán Reiter y de los tenientes Roca, López y Fernández.

Se ha desarrollado en el muelle, en los primeros momentos, una gran confusión, originada principalmente por el afán con que todo el mundo pugnaba por acudir al socorro de los que corrían grave peligro.

En el lanchón también ha producido el accidente el efecto que es de suponer. Cierto que los valerosos oficiales referidos (y lo mismo puede también decirse de los soldados) no han perdido un solo instante la serenidad; pero la situación era harto difícil para dejar de sentir el consiguiente desasosiego.
Pronto salían del muelle hacia el lugar indicado, y forzando los remos, muchos botes.

Comenzado el salvamento, marinos, militares y paisanos han rivalizado noble y valerosamente en la faena, sintiendo todos y cada uno el ansia de llegar más pronto y ser más útil. Rápidamente comenzó el trasbordo de la fuerza, del lanchón, que por momentos se hundía, a los botes que aceleradamente se aproximaban.

Algunos soldados, impacientes, movidos por el temor de que el barco se hundiera, y ellos con el barco, se han arrojado al agua. Tal vez muchos otros hubieran imitado la conducta de aquellos pocos de no lograr imponerse, con toda energía, el capitán y los tenientes ya nombrados.

Entonces surgió un peligro nuevo: el de que perecieran los soldados que acababan de lanzarse al mar, algunos de los cuales poco diestros en la natación, se mantenían apuradamente a flote. Tal era la situación cuando el capitán del Cuerpo Jurídico Militar Sr. Mendiluce ha dado un alto ejemplo de decisión y de heroísmo lanzándose al agua, sin detenerse siquiera a despojarse de ninguna prenda.

Su intervención no ha sido inútil, pues ha conseguido salvar a algunos de los soldados que luchaban empeñadamente con las olas embravecidas de Levante. No ha sido único el caso ejemplar del señor Mendiluce. Casi inmediatamente después que él, sin más diferencia que los segundos que le ha costado despojarse del uniforme, el teniente de Artillería Sr. Levenfeld se ha arrojado también al agua.

Su comportamiento ha sido tan heroico como el del anterior, y no menos eficaz, porque también el teniente Levenfeld ha salvado a varios cazadores que a punto de perecer ahogados se encontraban.
Al enterarse de tan laudable conducta la muchedumbre que poblaba el muelle, las alabanzas han sido grandes y el entusiasmo el que correspondía a la acción tan meritoria, que reclama un premio.

Justo es consignar también que en cuanto se ha sabido en la plaza lo que en el puerto sucedía, todas las autoridades se han dirigido aceleradamente al muelle; todas se han multiplicado en la labor de dictar disposiciones más acertadas para el salvamento y en hacerlas cumplir con la exactitud debida.

Mención especial merece asimismo el trabajo realizado por los marineros de la compañía de Mar. Si en mi anterior crónica tuve ya ocasión de elogiar justamente a esta compañía, -mandada por el primer teniente D. José Morán y los segundos D. José Mazarello y D. Gregorio Gallego,- hoy me complazco también en afirmar que se han comportado admirablemente.

Bastaría para probarlo –aparte las aseveraciones de la infinidad de personas que puede atestiguar como testigos de vista proceder tan valeroso- la simple consignación, nada grata, de los efectos que el salvamento de los soldados que iban en el lanchón ha tenido para la compañía de Mar.

El segundo teniente, Sr. Mazarello, ha resultado herido, aunque afortunadamente no de gravedad. Heridos se encuentran también los marineros Patricio Rodríguez, Juan Mena, y los apellidados Busos, Puyana, Megía, Mayor y Escudé.

Igualmente se han distinguido en los trabajos de salvamento los individuos dependientes de la Compañía Transatlántica y puestos al servicio de las obras del puerto.
Del ingeniero Sr. Huidobro es justo también hacer una mención especial, pues ha trabajado tan incansable como acertadamente en el envío de cables y boyas para contener en cuanto fuera posible el hundimiento y dar tiempo, de este modo, a desalojarlo.

Una hora han durado las operaciones de salvamento, hora cruel, durante la cual no ha cesado un punto la angustia que dominaba a cuantos desde el muelle seguían con la vista y con avidez inenarrable el desarrollo de los lamentables acontecimientos.

Desalojado ya completamente el lanchón, se ha procedido en el muelle a pasar lista para averiguar si por acaso faltaban alguno de los 120 soldados del batallón de Cazadores de Mérida que, como ya dije al principio, son los que han sufrido la grave contrariedad ya referida. Me dicen categóricamente que no falta ninguno. Con esto los ánimos dela gente se han sosegado.

A los accidentes que ya apunté hay que agregar otro no menos sensible. El teniente de Artillería Levenfeld, que tan heroicamente se condujo en el salvamento, ha sufrido una contusión en la cara. Ni ofrece gravedad, afortunadamente, ni tardará mucho en quedar completamente restablecido.

Los náufragos han sido conducidos al hospital indígena del Polígono, donde los regimientos de África y Melilla les han facilitado ropas y otros auxilios. Algunos de ellos han sufrido contusiones leves y otros sufren los efectos de la terrible impresión experimentada. El armamento correspondiente a los 120 soldados ha podido ser extraído del lanchón.

Para concluir: repito que hemos estado a punto de tener que llorar una catástrofe. Si no ha ocurrido, es por la circunstancia de haber zozobrado el lanchón muy cerca del puerto y por la rapidez increíble y acierto sumo con que el salvamento ha sido efectuado.

Restablecida la calma, terminó el desembarco de la tropa; marchó esta a su alojamiento, se disolvió la muchedumbre que había llenado por unas horas el muelle y siguieron en todas partes las alabanzas para cuantos se habían portado en la faena del salvamento lo plausible que ya dije.

Ha sido esta la nota que ha embargado los conversaciones del día. A estas horas se felicita todo el mundo de que el accidente haya quedado reducido a lo que resulta de este relato fiel…”

Años más tarde y durante el Desembarco de Alhucemas, la Compañía de Mar, sería condecorada con la Medalla Militar Colectiva.

Hans Nicolás i Hungerbühler.

3 comentarios:

  1. Otro condecorado perteneciente a la Compañía de Mar de Melilla, por los méritos observados y el comportamiento mantenido durante los días 20, 21 y 23 de julio de 1909, fué el Cabo de la misma D. Antonio Fernández Segura, al cual, le fué concedida la Cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo y, pensionada con 7,50 pesetas al mes.

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  2. me gustarìa saber a què se dedica en hoy en dìa la citada compañìa del mar en ceuta y melillla,,,dos bonitas ciudades que han de visitar every españoles.ya arrabal dijò que melillla tendrìa que estar de capital de españa y sin cataluña,que son muy pesados y quieren todo el dinero para ellos¡

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  3. era tan pacifista que coleccionaba onges de plomo en vez de soldaditos.

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