ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

domingo, 10 de octubre de 2010

LOS "PACOS", por Francisco Carcaño y José Ferrin


Recopilación e introducción: Juan Díez
( de la Asociación de Estudios Melillenses )

Surgieron los primeros francotiradores en torno a Melilla, en el siglo XVIII al igual que en otros países, cuando los fusiles adquirieron la oportuna precisión. Si bien éstos no tomaron gran protagonismo y fueron conocidos como “pacos” hasta la Campaña de 1909.
El desarrollo de esta Campaña Militar en la zona limítrofe a Melilla, fue un acontecimiento de enorme calado histórico tanto para nuestra ciudad como España.
En Melilla propició su rápida expansión demográfica gracias al nacimientos de los nuevos barrios del Hipódromo, Real, Tesorillo y Príncipe de Asturias. Mientras que en ámbito militar constituyó el inició de un largo periodo de enfrentamientos bélicos por el dominio del territorio encomendado a España bajo la denominación de Protectorado. Unos enfrentamientos que en muchas ocasiones se mostró en la actuación de certeros francotiradores rifeños, quienes además de causar un buen número de bajas, desmoralizaban a bisoños soldados que prestaban servicio en campamentos, posiciones o bien escoltando convoyes. Enseguida estos francotiradores recibieron la denominación de “pacos”, por el sonido que hacían sus fusiles al ser disparados. Siendo el escritor Francisco Carcaño, bajo el seudónimo de “Parravichino” uno de los primeros que de ellos se ocupara con precisión, por su vinculación con Melilla desde su niñez así como condición de oficial del Ejército.
Una visión que a continuación ofrecemos y complementamos con otra humorística, obra del periodista José Ferrin, quien solía firmar su ripios con el seudónimo de “P. Pillo”.
De ambos escritores al final de este artículo glosamos someramente su perfil biográfico.

Cromo alusivo a la Campaña de 1909

“El primer tío Paco
Era la mañana del 10 de julio de 1909, en una de las alturas del Gurugú, ocupada victoriosamente en la jornada del día anterior, y todavía latían nuestros corazones bajo la impresión de la victoria, soñando la guerra tal como se lee en los libros, tal como la siente el alumno de la Escuela Militar lleno de fantasías, no pensando más que en la pelea, sin pensar en las fatigas de las marchas y la permanencia en las posiciones con privaciones de todas clases, que son lo más duro de las campañas.
Dedicados estábamos a la piadosa tarea de dar sepultura a los cadáveres del enemigo ayudados por varios moros presentados en demanda de perdón, y ya iban enterrados veinte, cuando le tocaba el turno al último de los encontrados, un anciano de poca estatura, con barba mitad negra, mitad canosa, una fisonomía de las que no se olvidan nunca por las circunstancias en que se la vio por primera y última vez.
Al disponernos a dar fin a nuestra ocupación , presentase un moro joven de negra barba y brillantes ojos , de mirada penetrante y solicitó, con rostro entre compungido y orgulloso, con una mezcla de tristeza y rencor, que se le permitiera, en compañía de su familia, enterrar el cadáver de aquel anciano, que era el de su padre. Accediese a tal súplica, y se le vio durante todo el día ayudado por las mujeres, cavar primero la fosa y darle después sepultura con arreglo a sus ceremoniosas prácticas.
Habitante de una casa separada unos 500 metros de la posición española, concurría como otros moros a las proximidades del campamento, con una pequeña cantidad de frutas y otros productos de sus tierra, para venderlos; y en uno de aquellos días de verdadera calma transcurridos entre los ataques del 18 y 20, estando conversando con unos soldados de los que adquirían sus artículos, díjoles con osadía, que vengaría la muerte de su padre, haciendo derramar mucha sangre de cristianos.
Generosa fue la conducta de aquellos soldados al no ahogar en garganta de aquel demente las palabras que proferían tan temeraria amenaza; contuvieron lo primeros impulsos de su corazón por obedecer ciegamente las órdenes recibidas respecto al trato que debían de observar con el vencido.
Al terminar en la mañana del 21 el duro combate sostenido en la noche anterior, quedó durante todo el día un fusil enemigo que de tiempo en tiempo disparaba, pero siempre haciendo blanco; fue el azote del campamento en los días sucesivos, y no había manera de hacerlo callar; se le hizo fuego con cañón, con ametralladora, se escogieron los mejores tiradores, pero todo inútilmente, cuando menos se esperaba, cuando más número de fusiles le acechaban, sonaba el tiro hecho en dirección a nosotros con un ruido característico en dos tiempos que parecía decir Pa – co, y simultáneo con aquel ruido una bala que silbaba rabiosa y un ¡ ay ! doloroso en el campamento.
Pasó un día y otro y no había modo de deshacerse de aquél enconado enemigo que deprimía la moral de la guarnición y hacía retrasar los trabajos de fortificación, y cuantos medios se discurrían para darle caza resultaban infructuosos; todos pensábamos en las frases de aquel moro de la barba negra y ojos brillantes que en los días de calma habitó la casa aquella de cuyos alrededores partían los disparos.
Una madrugada, antes de que la luz del día permitiera observar desde lejos lo que se hacía en el campamento, salieron dos bravos soldados, que cansados de soportar uno y otro día a aquel certero e infatigable tirador, decidieron jugarse la vida o darle caza aún a trueque de sufrir después el correctivo que les impusiera el jefe, del cual no habían solicitado autorización.
Empleando su mismo procedimiento apostáronse en las proximidades de la casa, ocultos entre peñascos y chumberas, silenciosos y sedientos de venganza esperaron que al llegar el día comenzara su diaria operación. Ocupó su guarida y al hacer el primer disparo dos balas nuestras lo dejaron sin vida; se acercaron los soldados a reconocerle y el que dejaba de existir no era otro que aquel moro de la barba negra que juró vengar a su padre, el mismo que nos imaginábamos, el primer tío Paco.
Aparecieron posteriormente muchos Pacos que molestaban de día y aún de noche a las posiciones, pero ninguno tiraba con aquel coraje, ni con la puntería que el primero, el que les dio nombre, aquel buen hijo que bien vengó la muerte de su padre con aquellas balas en las que ponía todo su odio, y que parecían silbar con más rabia que todas las que he oído después.

Parravichino
Melilla y agosto 1910”.
(Artículo publicado en la primera página del diario El Telegrama del Rif el 16 de agosto de 1910).
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“Ni pacos…ni pacas
Pues, señor, los cantineros,
los que en la línea avanzada
surten a nuestros soldados
de cuanto les hace falta,
con el consiguiente aumento
de precio, por la distancia,
viendo que las transacciones
están cada vez más malas
y que los negocios dejan
muy reducidas ganancias,
pensaron a sus cantinas
llevar alegres muchachas
que atrajeran a los clientes
y las ventas animaran.
Y tal como lo pensaron
quisieron ponerlo en práctica,
a cuyo efecto, en papel
de oficio, clase barata,
extendieron y elevaron
las oportunas instancias;
instancias que, previo informe
de la autoridad llamada
a darlo, todas han sido
hasta ahora denegadas.
No se me oculta el enojo
de todos cuantos pensaban
llevar mujeres al campo
que las ventas animaran;
más por Dios Santos, queridos
firmantes de las instancias,
¿ ustedes saben lo grave
del paso que dar trataban ?
¿Llevar chicas a Ihadumen,
Izhafer, Ulad Ganen, Harcha,
Kaddur y Segangan,
posiciones guarnecidas
por soldados que se pasan
varios meses sin echar
al aire dos o tres canas…?
Si señor; no deben ir
al Kert las tales muchachas,
pues si malos son lo pacos,
mucho peor son las pacas.
P. Pillo”.
Ripios aparecidos en El Telegrama del Rif, el 25 de enero de 1914.


Fotografía de Francisco Carcaño


Francisco Carcaño Mas
Nacido en la población de Torrevieja, provincia de Alicante en el año 1886, puede considerarse melillense por residir en nuestra ciudad su padre junto a su familia desde aproximadamente 1867.
Aunque sus parientes se dedicaban al Comercio, Francisco decidió seguir la carrera de las armas como oficial de Ingenieros, en cuya Academia permaneció entre los años 1902 y 1907. Pasando a continuación como primer teniente a cubrir destino en Melilla, donde le sorprendió la Campaña de 1909. Participando en la misma en los combates del 20 y 23 de julio así como 29 de septiembre, al igual que dirigió algunas obras.
Volvió a intervenir en la Campaña del Kert ( 1911 – 1912 ) y tras algunos breves paréntesis en que estuvo fuera de nuestra ciudad, al ascender a teniente coronel en 1933 fue destinado a Mahón ( Menorca) y luego a Gijón. Si bien el inicio de la guerra civil española le sorprendió en Mahón, donde encontró la muerte por los republicanos.
Como ingeniero militar, y siguiendo lo habitual entonces. Además de proyectar y dirigir numerosas construcciones del Ejército, en Melilla también ejecutó algunas obras civiles, como el primer Colegio del Buen Consejo y antigua escalinata de acceso al Barrio del Carmen junto a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. No en vano durante unos dos años, entre 1920 y 1922 ejerció la responsabilidad de Ingeniero de la Junta de Arbitrios ( Municipio ). Siendo su obra más conocida la Capilla Castrense que fue inaugurada en 1923.
Más, podemos considerar como más importante su faceta como infatigable escritor. Con numerosas colaboraciones en la prensa melillense, novelas como “La Hija de Marte” ( 1930 ), libros costumbristas como “Melilla - Rifeñerías” ( 1920 ) y “Las plazas menores de África…” ( 1921 ) e incluso alguna obra teatral, tal como la denominada “Proyectos de Boda”. Comedia en un acto estrenada en nuestra ciudad en el teatro Alfonso XIII, el 30 de noviembre de 1928.

Campaña de 1909
Seguro que las fuertes emociones experimentadas en el transcurso del verano de 1909 en la zona próxima a Melilla, desató en el joven Francisco Carcaño el interés de plasmarlas en la prensa. Pues los primeros textos que conocemos de él son los referidos a esta campaña, publicados en “El Telegrama del Rif”( Melilla ) así como “El Imparcial” ( Madrid ) en el año 1910.
Textos iniciales que seleccionó diez años después para que formasen parte de su primer libro de relatos “Melilla – Rifeñerías”, y donde “El primer tío Paco”, precursor en Sidi Musa de los francotiradores rifeños, abre la serie que como él mismo escribiera, recoge “al vuelo algo de lo que impresionó nuestra retina, nuestro cerebro o nuestro corazón, tanto en la paz como en guerra…”
Carcaño también sitúa en Sidi Musa otro de sus relatos publicados en “El Telegrama del Rif”, el 20 de julio de 1916 y titulado “La palabra del morito”.

José Ferrin Fernández
Nació en Málaga y falleció en Melilla en el año 1933 a los 62 años. Luego de llegar a nuestra ciudad en 1905, para trabajar primero como redactor y regente del diario “El Eco de Melilla” y poco después comenzar a trabajar para El “Telegrama del Rif”.
Tipógrafo y periodista, en el año 1921 pasó a ocupar el cargo de redactor – jefe de “El Telegrama del Rif” y además dirigió el periódico “El Heraldo de Melilla” en su última época, cuando pasó a depender también de Cándido Lobera.
Además fue corresponsal en Melilla y su zona de influencia de importantes diarios nacionales así como la agencia informativa “Mencheta”.

Artículo publicado en el suplemento dominical del diario "Melilla Hoy", el 10 de octubre de 2010.