ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

sábado, 16 de mayo de 2009

El capitán Fernando Fdez. de Cuevas 1/4








“¡Siempre adelante!”. El capitán de Infanteria del Regimiento de África núm. 68. D. Fernando Fernández de Cuevas de Ramón

D. Fernando Fernández de Cuevas de Ramón (*1876 +1909)

El capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, tenía dos facetas, militar y escritor, poeta. Fue como Garcilaso de la Vega, D. José Cadalso, D José Ibáñez Marín, Álvarez Cabrera y, tantos otros que combinaron la pluma con la espada y fallecieron en el cumplimiento del deber.

Nació en La Habana (Cuba), el 16 de noviembre de 1876, siendo hijo de D. Teodoro Fernández de Cuevas Bustinduy, teniente coronel de Ingenieros, fallecido al poco de nacer su hijo Fernando, y de Doña Clotilde de Ramón Fleytas.

Siguiendo la tradición militar de la familia, su hermano mayor, D. Teodoro Fernández de Cuevas de Ramón, también era militar. Fernando Fernández de Cuevas, ingresa en la Academia Militar, el 26 de agosto de 1892 junto a su hermano Teodoro. Ambos, habían estudiado en el Colegio Preparatorio Militar de Granada.

Cursaron sus estudios en primer lugar en la Academia General Militar hasta su disolución, debida a las reformas del general López Domínguez, un año más tarde. Al disolverse esta, pasa a la Academia de Infantería en junio de 1893. De ahí, pasaron a la Academia de Infantería de donde tras superar el plan de estudios de la misma, alcanza el empleo de segundo teniente el 21 de marzo de 1895.

Primeros destinos serán, el Regimiento de Infantería de León núm. 38, el Batallón de San Fernando núm. 11 y, el Batallón de Ciudad Rodrigo núm. 7.
A finales de agosto de 1896, ingresa en la Escuela Superior de Guerra de donde el 15 de octubre y por un comentario, causó baja a petición propia, solicitando ser destinado al Batallón de Cazadores Expedicionarios de Filipinas núm. 7, de reciente creación. Con dicho batallón, embarcó en el vapor “León XIII”, arribando a Manila el 11 de diciembre de 1896.
Durante la primera mitad del año 1897, el segundo teniente de Infantería D. Fernando Fernández de Cuevas y Ramón, se halla continuamente en campaña. Junto a su batallón, participa en los combates de Palay, San Pedro Macatí, Hacienda de Galitrán, ataque a las trincheras de Imis, lugar donde ejerce el mando de su compañía, la toma de San Francisco de Malabón y pueblo de El Rosario, a las órdenes de distintos jefes de columna, entre ellos el entonces coronel D. Salvador Arizón y del comandante D. Fernando Carbó.

En junio de 1897, debe de abandonar la lucha en la guerra hispano americana e ingresar en el Hospital de Manila, por sufrir de males típicos de los países tropicales, de hecho, el parte médico presentaba como diagnosis el 28 de junio de dicho año, palidez general de la piel, inapetencia, debilidad muy marcada y pulso pequeño y débil. Debía de retornar a España de forma definitiva, motivo por el cual, se le concedieron 6 meses de licencia por enfermo. Embarcó en el vapor “San Ignacio de Loyola”, llegando al puerto de Barcelona, el 16 de agosto de 1897 y de allí, se trasladó a Madrid.
En el mes de julio había ascendido a primer teniente por antigüedad, y el 21 de septiembre, también había obtenido el mismo empleo por méritos de guerra, permutándosele este, por una Cruz de María Cristina. (La Cruz de primera clase de María Cristina, no de forma formal pero si moral, equivalía a un ascenso por méritos de campaña).

En el mes de enero de 1898, se encuentra destinado en la Zona de Reclutas núm. 57 y en el Regimiento de Baleares núm. 41, regimiento al que no se llegó a incorporar por haber obtenido un nuevo destino en el también Regimiento de Infantería de Saboya de guarnición en Madrid.

Entre los meses de junio-julio de 1899, se incorpora el Regimiento de Soria el cual, estaba de guarnición en Sevilla, ciudad de la que parte en octubre de ese mismo año con destino a Huelva y, formar parte del cordón sanitario en la frontera portuguesa, por haber estallado en el país luso, una epidemia de peste bubónica.
En 1900, regreso al Batallón de Ciudad Rodrigo núm. 7, destino en el que asciende a capitán de infantería el 30 agosto de 1902 siendo destinado al Regimiento de Melilla núm. 2. En el mes de febrero, se hallaba destacado en Barcelona por sucesos revolucionarios.

Al siguiente año, el 13 de agosto de 1903, encontrándose de guarnición en Melilla y las Chafarinas, contrae matrimonio con Doña Mercedes Pérez López Bago, de familia militar, unión de la cual, nacerán tres niñas. En las noticias militares del diario madrileño “La Correspondencia de España”, del viernes 12 de diciembre de 1902, se le concedía licencia para casarse. Su hermano Teodoro, casó con la hermana de Mercedes, Dolores Pérez López-Bago, que a la vez, eran primas del entonces primer teniente D. José Riquelme López-Bago. El matrimonio celebrado entre Fernando y Mercedes, animó a Teodoro, destinado en el Regimiento de Infantería de Asturias núm. 31 de guarnición en Madrid, a solicitar destino en Melilla,

En septiembre de 1903, se disolvió su batallón y pasó a formar parte del Regimiento de Alcántara núm. 58, de reciente creación en Barcelona, destino en el que sólo permanecerá 4 meses ya que en enero de 1905, le es concedida otra licencia por enfermedad en Huelva, al recaer en la enfermedad que le apartó de la Campaña de Filipinas en 1897.

En destinos burocráticos en Huelva hasta enero de 1907 en que de nuevo en Melilla, se incorporó al Regimiento de Infantería de África núm. 68, lugar en el que estará hasta su muerte en combate. En 1908, al mando de su compañía, participa en la toma de La Restinga de Melilla, dando protección en la retirada de la mehalla Imperial. En junio de ese año, participa en la ocupación de Cabo de Agua, lugar donde queda destacado hasta el 9 de julio de 1909, en el momento que los moros atacan a los obreros del ferrocarril minero. A la mañana siguiente, día 10 de julio, el capitán D. Fernando Fernández de Cuevas, regresa a Melilla.

Permanece en Sidi Ahmed del 12 al 17 de julio y el 22 de ese mes, sale del campamento del Hipódromo con la columna del coronel D. Venancio Álvarez Cabrera de Nevares, encontrando la muerte en combate en los aduares de Iguemarien, durante el combate de Sidi Musa, el día 23 de julio de 1909. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, mandaba una de las compañías del Regimiento de Infantería Africa núm. 68 que salieron con Álvarez Cabrera la noche del 23 de julio. Ya en el ataque, cuando el entonces coronel D. Venancio Álvarez Cabrera, enardeciendo a la tropa, lanzó el grito de “”¡El que sea español y tenga…,arrestos que me siga!”, el primero en seguirle fue el capitán D. Fernando Fernández de Cuevas. Ambos perderían la vida aquella jornada.
El capitán del Regimiento de Infantería de África núm. 68, D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, dejaba viuda y tres niñas, Mercedes de 5 años, Clotilde con menos de 2 y, Lucrecia de 7 meses.

Motivo por el cual el capitán D. Fernando Fernández Cuevas, dejó la Escuela Superior de Guerra en 1896
En una entrevista mantenida con su esposa, Doña Mercedes Pérez López Bayo, años después de su muerte, contó al capitán D. Rafael de las Casas de la Vega, lo explicaba con las siguientes palabras:

“…Y, por fin, el triunfo. Fernando ingresa con buen número después de una brillante oposición(1). Sobre el uniforme del joven teniente luce la escarapela que le acredita como alumno del centro superior de estudios de nuestro ejército. Para doña Clotilde, la madre, es casi un éxito personal: -Si apenas tiene veinte años y ya-…
-¿Sabe usted?- Un compañero, envidioso sin duda de su éxito, que le vio en plena calle Alcalá, le dijo a Fernando que lo que quería era no sortear para Filipinas. Y entonces Fernando se quitó el “huevo frito” (2), renunció al curso y se fue voluntario a Filipinas…”
(1). (refiriéndose a la Escuela Superior de Guerra).
(2). (En argot militar, distintivo de los alumnos y en la actualidad del profesorado de centros militares para referirse a las escarapelas).

La oficialidad del Regimiento de Infantería de África núm. 68


La jefatura y oficialidad del Regimiento de Infantería de África núm. 68, estaba compuesta por los jefes y oficiales que a continuación se detallan, obteniendo por los diferentes combates habidos durante el mes de julio de 1909, las condecoraciones que en cada caso se expresan, así como las compañías y batallones en los que se hallaban encuadrados dentro del Regimiento de África. El capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, pertenecía a él. Su hermano D. Teodoro Fernández de Cuevas y de Ramón, pertenecía al Regimiento de Infantería de Melilla núm. 59.

Coronel Jefe D. Ignacio Axo y González de Mendoza. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Teniente coronel D. José Martínez.
Teniente coronel D. Enrique Baños. Jefe del 1r Batallón. Resultó condecorado, con la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada, por los combates del 23 de julio de 1909. Por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, recibió otra cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909.
Teniente coronel D. Roberto Gavilá.
Comandante D. Carlos Cos Gayón. 2º Batallón.
Comandante D. Leoncio Moratinos Pestano. Jefe del 3r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Comandante D. Antonio López.
Comandante D. Jesús Cabañas.
Capitán D. José de Celis. 4ª Compañía, 2º Batallón. Recibió, la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada, por los combates habidos el 23 de julio de 1909.
Capitán D. Manuel Camps.
Capitán D. Avelino Martín Gregori. 1ª Compañía del 1r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Capitán D. Luís López de Haro. 3ª Compañía, 2º Batallón.
Capitán D. Eduardo López Ochoa y Portuondo.. 4ª Compañía del 3r Batallón.
Capitán D. Alejandro Durán.
Capitán D. Adolfo García Cantorné. Ayudante Mayor. Que resultó condecorado con la cruz al Mérito Militar pensionada, por los combates mantenidos el 27 de julio de 1909.
Capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón.
Capitán D. Manuel Ariza.
Capitán D. Salvador Vila.
Capitán D. Salvador Solorzano.
Capitán D. José Sánchez Recio, por los combates del 23 de julio de 1909, recibió la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada.
Capitán D. Francisco Vázquez Maquieira. 3ª Compañía 3r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Capitán D. Ricardo Eymar.
Capitán D. Andrés González.
Capitán D. Ramón López.
Primer teniente, D.Luís Bello.
Primer teniente, D. Nicanor Soria Ossorio, 1ª Compañía del 1r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar(Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Primer teniente, D. Ricardo Sánchez.
Primer teniente, D. Celestino Colorado. Ayudante, en el 2º Batallón.
Primer teniente, D. José Magaña
Primer teniente, D. Juan de Celis. Ayudante del 3r Batallón.
Primer teniente, D. Enrique Blanco.
Primer teniente, D. Alfredo Coronel.
Primer teniente, D. Rodrigo Echevarría. Recibió la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada, por los combates del 23 de julio de 1909.
Primer teniente, D. José García.
Primer teniente, D. Fernando Castañón. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar, con distintivo rojo.
Primer teniente, D. Miguel Santa Cruz.
Primer teniente, D. Enrique Mayorga. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.
Primer teniente, D. José Miralles.
Primer teniente, D. Joaquin Daganzo.
Primer teniente, D. José de la Lama. Que resultó condecorado por los combates del 27 de julio de 1909, con la cruz al Mérito Militar pensionada.
Primer teniente, D. Francisco Reyes. 4ª Compañía, 3r Batallón.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Francisco Serrano.
Primer teniente de la escala de reserva, D. José Jiménez.
Primer teniente de la escala de reserva, D. José Sánchez.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Eugenio Pillán.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Juan Romay o Román. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz de María Cristina.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Dionisio Chimarro.
Primer teniente de la escala de reserva, D. José Varela Colpe 3ª Compañía del 1r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), con la cruz de 1ª clase de María Cristina. (Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Primer teniente de la escala de reserva, D. Miguel Fernández Toscano. 4ª Compañía, 2º Batallón.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Francisco Lozano. Resultó condecorado por los combates del 27 de julio de 1909, con la cruz al Mérito Militar sin pensión.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Miguel Carretero.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Francisco Pérez Conjin. 4ª Compañía, 2º Batallón.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Alberto Imperial. 4ª Compañía, 3r Batallón.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Antonio Carmona. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.
Primer teniente de la escala de reserva, D. Enrique Gómez. 1ª Compañía del 1r Batallón.

Primer teniente de la escala de reserva, D. Aquilino Martínez. Resultó condecorado con la cruz al Mérito Militar, sin pensión.
Segundo teniente, D. Manuel Albarrán.
Segundo teniente, D. Enrique González Echevert, 4ª Compañía, 2º Batallón, que por los combates del 23 de julio de 1909, recibió la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada.
Segundo teniente, D. Juan Díez Miró. 3ª Compañía, 2º Batallón.
Segundo teniente, D. Jesús Jiménez. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar pensionada, con distintivo rojo.
Segundo teniente, D. Maximiano Albarrán Santos. 3ª Compañía , 3r Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Segundo teniente, D. Javier Ortega.
Segundo teniente, D. Juan Garrido.
Segundo teniente, D. Alberto Garrido.
Segundo teniente, D. Luís Contreras.
Segundo teniente, D. Maximiano Infante. Recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.
Segundo teniente, D. Antonio Monllor. 4ª Compañía, 3r Batallón.
Segundo teniente, D. Bernardo Sánchez.
Segundo teniente, D. Carlos Lázaro. Recibió, por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.
Segundo teniente, D. Ángel Soria. 3ª Compañía 1r Batallón.
Segundo teniente, D. Emeterio Ortega. 3ª Compañía, 2º Batallón.
Segundo teniente, D. Tomás Álvarez.
Segundo teniente, D. Miguel Esteve o Estevez, recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar, con distintivo rojo.

Médico segundo, D. Benigno Soto.
Médico segundo, D. José Servet.
Capellán segundo, D. Ramón Olalla.
Músico Mayor, D. Manuel Macías.

Otro teniente, Primer teniente D. Ricardo Carrasco Eagaña o Magaña. 3ª Compañía 2º Batallón. Resultó condecorado por las acciones en el Valle de Beni Ensar (Melilla), el 9 de julio de 1909, con la cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada. (Diario Oficial Ministerio de la Guerra, de 7 de octubre de 1909).
Otro segundo teniente, podría ser Ortega (D. Emeterio o bien D. Javier, lo que pasa es que en el periódico madrileño “La Época”, del 7 de diciembre de 1909, aparece con el apellido Ortoneda), recibió por los combates del 23 de julio de 1909, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada.
Otro segundo teniente condecorado, según “La Época”, del 7 de diciembre de 1909, de apellido Pelayo, que recibió, la cruz al Mérito Militar con distintivo rojo, pensionada.

Aparece, otro médico segundo, de apellido Camuñes, el cual, por los combates del 23 de julio de 1909, recibió la cruz al Mérito Militar pensionada, con distintivo rojo.

El 9 de julio de 1909, figura como teniente coronel jefe del 2º Batallón del Regimiento de Infantería de África núm. 68, D. José Martínez Pedreira.
El 9 de julio, constaba el teniente Sr. Arenas, encuadrado dentro de la 3ª Compañía del 3r Batallón, en el igual caso, que el teniente Sr. Bernal.

Hans Nicolás i Hungerbühler



El capitán Fernando Fdez. de Cuevas 2/4








Bautismo de fuego, del Regimiento de Infantería de África núm. 68. Combates del 9 de julio de 1909

El Regimiento de África núm. 68, fue uno de los que desde Melilla, partió el 9 de julio de 1909 hacia la zona de Sidi Musa, en compañía de otras tropas, formando parte del contingente militar formado después de tener noticia de la agresión sufrida por los obreros que trabajaban en la construcción del ferrocarril minero. De hecho, las primeras compañías en partir desde el campamento del Hipódromo, fueron 2 de dicho Regimiento que sin demora y al mando del teniente coronel D. Enrique Baños Pérez,. Dichas compañías, fueron la 1ª bajo el mando del capitán D. Avelino Martínez Gregori y los tenientes D. Nicanor Soria Ossorio y D. Enrique Gómez y la 3ª, bajo el mando de los tenientes D. José Valera Golpe y D. Ángel Soria.

De dicho Regimiento, también partieron las cuatro compañías que se hallaban disponibles en esos momentos en su acuartelamiento de la plaza. Esas, acudieron junto con:

- Dos compañías de la Brigada Disciplinaria.
- Dos secciones del escuadrón de Caballería, estos dando protección y escolta a los convoyes.
- La Batería de Montaña.

Esta fuerza, partió rápidamente desde Melilla al campamento del Hipódromo, ubicado a un Kilómetro y medio de la plaza. Habían salido sin impedimenta. En este campamento, se hallaba el general Del Real, el cual preparaba un convoy de agua, avituallamiento y munición y, ante las fuerzas que acudían a dicho punto, organizó las fuerzas que llegaban.

Los primeros en partir, fueron 2 compañías del Regimiento de Melilla núm. 59, la Batería Montada, la sección de Plasencia de Montaña, una batería de Artillería de la plaza, una sección de Ingenieros, una sección de Administración Militar y, la ambulancia sanitaria a lomo.

Al llegar a su destino, las compañías, desplegaron entre la 1ª y 2ª casetas del ferrocarril minero, puntos en los que comenzaron las hostilidades y recibiendo el Regimiento de África núm. 68, su “bautismo de fuego”.

Una vez desplegados, se dio orden de avance. A la derecha, la 4ª compañía del 2º batallón, mandada por el capitán D. José de Celis, a la izquierda, la 3ª compañía del mismo batallón, bajo las órdenes del capitán Sr. López de Haro, a continuación la 3ª compañía del 1r batallón al mando de los tenientes Sr. Valera y D. Ángel Soria y la 1ª compañía del 1r batallón, al mando del capitán D. Avelino Martín.

Las tropas, con sus mandos al frente, fueron recibidas con nutrido fuego por parte de los kabileños, apostados en las agrestes alturas que defendían su casi inaccesible posición que todo y que el fuego de las tropas españolas era certero, hubo necesidad de conquistarla a la bayoneta, desalojando a los moros que la ocupaban. El avance español, fue protegido por fuego artillero.

Al coronarse la posición, se observó gran cantidad de moros muertos y por lo visto, se habían retirado muchos más, siendo protegida para este fin la morisma por la orografía del terreno, cosa que indujo a pensar que el enemigo, había sufrido muchísimas bajas. Tomada esta primera posición, se continuó avanzando a una segunda ubicada en la misma loma, llamada Egmarcet, en el Gurugú, las compañías del 2º batallón hasta una meseta en que se pasó noche.

Las compañías que habían quedado en reserva, avanzaron por orden del general D. José Marina Vega, hasta el lugar donde se hallaba este y se lanzaron hacía la posición en las alturas de Sidi-Iriquag-Anquarah, tomándola a la bayoneta. Estas compañías, la 3ª y la 4ª del 3r batallón del Regimiento de Infantería de África núm. 68, iban mandadas por los capitanes Sres. Maquieira y López Ochoa respectivamente.

Sobre el comportamiento de estas fuerzas durante el combate, tanto de los soldados, como del servicio médico y, incluso el gesto humanitario del 1r teniente Sr. Fernández Toscano, escribiría N. Rodríguez de Celis en “La Correspondencia de España”, de 24 de julio de 1909, lo siguiente (textual):

Los soldados

“…El ejemplo de disciplina en el fuego dado por las fuerzas del Regimiento de África es superior a todo encomio, y merece singularísima alabanza, por ser el combate del día 9 su bautismo de sangre. Los soldados que lo constituyen, a pesar de llevar muy poco tiempo en filas, llegaron a sus respectivas posiciones sin disparar más que cuando sus oficiales se lo mandaban, trepando por los riscos y saltando por entre los breñales con el fusil en el seguro bajo el vivísimo fuego de la fusilería rifeña, que no quitaba la serenidad ni el ánimo a nuestros infantes.

La excelente dirección de los fuegos lo demuestra el número de muertos encontrados sobre el terreno, ascendiendo a 20 en la primera posición tomada, sin que ene esta cifra esté incluida la que representan los que los enemigos retiraron en su huída.

Entre los muertos se encontró al encarnizado enemigo de España, rebelde que ha ejecutado muchos actos criminales contra nuestros compatriotas, Mohatar Ben Alfar, cabo de Beni Bu Ifrur, que tenía cinco balazos en el pecho y dos en la cara, todos de máuser…”

Los servicios médicos

“…El servicio sanitario de la línea de fuego, a cargo del médico Sr. Serret, se llevó a cabo con tanto orden y celo tan recomendable, que cuantos heridos cayeron en los combates , eran recogidos y enviados inmediatamente, trasladándoles después al puesto de socorro.

Una mora que bajaba por una de las laderas andaba fatigosa. Venía herida, y fue puesta a cubierto todo lo posible del fuego enemigo por el coronel Axó y el Ayudante Cantorné, siendo curada por el médico Serret, al cual, la infeliz mujer, daba las gracias con invocaciones a Allah por el bien que recibía de unas manos que ella creía antes poco generosas para los moros.

El médico procedió al reconocimiento e identificación de cadáveres, acompañado por algunos indígenas. Fueron identificados los siguientes: Mezzián El Gomari y Mohamed Hamed de Mazzuza; El Gitano de Beni Bu Ifrur, Mohataf Ben Alfar, de la misma kábila; Mohamed Ben Amar, de Barraca, Mohamed Ben Arabi, de Settut, y otros varios de menos importancia.

Por la noche vivaqueó la fuerza en las proximidades de la cresta del Gurugú, sin haber bebido agua ni comido sino fiambre desde la hora en que salió de la plaza…”

Un rasgo humanitario

“Un incidente muy interesante acaeció el día 10 en la posición ocupada por la compañía que manda el capitán D. José de Celis. El 1r teniente Sr. Fernández Toscano se hallaba haciendo un reconocimiento. De improviso oye unos gemidos que parecen salir de entre unas peñas, se acerca, busca y al cabo encuentra acurrucadito entre ellas a un niño de unos cuatro años, que cubre sus carnes con una camisa moruna llena de jirones.

El teniente Fernández Toscano toma en sus brazos al niño abandonado y lo lleva al vivac donde es recibido con alegría.
La infeliz criaturita se vio sorprendida por el encarnizado combate en el lugar en que fue hallada, y medio muerta de terror se cobijó en el asilo natural que le ofrecían las piedras; entre ellas pasó todo el día y toda la noche, y si el simpático oficial no acierta a encontrarlo, quizás hubiera perecido de hambre y de miedo.

El hallazgo cae muy bien entre los bravos, que por serlo tienen corazón sencillo y generoso, se e atiende, ,se le acaricia, se le da de comer, y el niño sonríe y simpatiza con los militares.

A las pocas horas llega una mora del aduar cercano, que ha pasado el día y la noche en busca de su hijo. En cuanto le vé, corre a tomarle en sus brazos; pero el chiquillo al verse separado de sus protectores, rompe a llorar como protestando de que le hayan abandonar a la fuerza tan noble y generosa compañía.

La madre, conmovida en aquel momento da las gracias y se aleja con su hijo en busca del misérrimo hogar, de la desmantelada choza, en donde tal vez el rencor y la traición hagan olvidar la nobilísima conducta de los soldados españoles.

Poco antes e había presentado en la posición el teniente de Ingenieros Sr. Carcaño, con una sección de zapadores, fuerza que, después de haber tomado parte muy activa en la fortificación del cerro El Muley Mohamed, donde se halla el campamento del general Marina, procedió a fortificar esta, auxiliada por los soldados de Infantería. A media tarde quedaron cubiertos los fuertes más importantes de la posición, pues se temía por confidencias, ser atacados por los kabileños de Beni Sidel.

Este ha sido pues, el glorioso bautismo de sangre del Regimiento de Africa . núm. 68, en el que figuran jefes y oficiales que en otras campañas han dado gallardas muestras de valor y de sacrificio…N. Rodríguez de Celis.

Relato del combate del día 23 de julio en el que murió el capitán de Infantería D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón

Bajo el título, “Relato interesante”, (Por correo), “Los últimos combates.-Saludos al Rey.-Una carta del Roghi.-Los moros confidentes.”, se daba a conocer el combate del 23 de julio de 1909, ocurrido en los alrededores de Sidi Musa y que costó la vida entre otros al capitán Fernández Cuevas, el cual alentaba ya herido, a sus soldados de palabra, revólver en la mano. Mientras, su hermano D. Teodoro Fernández de Cuevas y de Ramón, luchaba en los mismo combates en las filas del regimiento de Infantería de Melilla. Dicho relato, narrado por el periodista de “La Correspondencia de España”, Rodríguez de Celis, decía (textual):

“…Esta noche hemos tenido una sorpresa. A las doce ha caído la luna y el enemigo no la ha despedido, como de costumbre, disparando sus fusiles contra nuestras tropas.

Ibase haciendo ya un hábito entre los que nos hallamos en Melilla el oír descargas de fusilería durante toda la noche, hostilizando el enemigo a nuestros soldados con irritante tenacidad, sin que una sola vez se presente cara a cara y pecho a pecho. Con su cobarde e infame táctica, deslizándose como reptiles a favor de las sombras de la noche, arrastrando sus cuerpos por entre chumberas, matorrales y breñas, llegan hasta nuestras avanzadas y disparan aleves contra la confiada tropa española, que gusta luchar siempre cara a cara, sin calcular nunca ni el número ni el empuje de los adversarios.

Se pueden citar muchos episodios de esta índole en los pocos días que llevamos de campaña. El día 20 un solo rifeño hizo 14 bajas en una compañía del regimiento de África, que hacia la descubierta. Nuestros soldados avanzaban, y a cada diez metros un disparo tumbaba a un hombre, sin que durante media hora pudieran ver, ni menos acometer a quien los hacía. Una casualidad proporcionó ocasión a nuestros infantes de dar con el morito habilidoso y traidor, encontrándole materialmente envuelto entre piedras. Reconocido minuciosamente el terreno, pudo tenerse la certidumbre de que sólo era él quien de modo tan villano asesinaba a la fuerza que hacía el servicio de descubierta.
En las últimas jornadas, el ardimiento y el sacrificio de nuestras tropas ha sido extraordinario; sin dormir y sin comer apenas, los simpáticos combatientes han demostrado que no les arredran ni las privaciones ni el salvaje acometimiento del enemigo.

El Regimiento de África, con su valiente y caballeroso coronel D. Ignacio Axó, ha tomado brillante participación en las operaciones, demostrando que la selecta oficialidad y los animosos soldados que la constituyen son dignos subordinados de su bizarro jefe, que no descansa un momento desde que comenzaron los combates.

Las compañías de los capitanes Ariza, de Celis, Otegui y la del heroico Fernando Cuevas han realizado actos de imponderables valor y sacrificio.

El ayudante García Cantorne escoltando convoyes, al mando de sus soldados, ha demostrado igualmente su valor y serenidad.
Del regimiento de Melilla sólo puede hablarse con alabanza. En las jornadas del 18, 20 y 23, sus oficiales realizaron con verdadero heroísmo hechos que serán páginas gloriosas en la historia del brillante conjunto. Los capitanes López Ochoa, Marina, que ha demostrado ser hijo de su bizarro padre en valor y serenidad; Miaja, Infante, Teodoro Fernández Cuevas, en el que la claridad de entendimiento se hermana con el indomable arrojo del soldado, han enaltecido una vez más el nombre de la Infantería española.

El bravo capitán Gil, herido gravemente tres veces durante el combate del día 23, sin que se preocupase para nada de su estado ante el peligro que corrían sus soldados, es un ejemplo más de heroísmo. Fernando Fernández de Cuevas pertenecía también a este bizarro regimiento.

El valiente coronel Álvarez Cabrera había dado una alta prueba de desprecio a las balas enemigas, y Cuevas le seguía hasta donde su bizarro jefe hubiera llegado. Una bala dejó sin caudillo a aquel puñado de valientes y el capitán Cuevas, como poseído del vértigo del avance, gritaba a sus soldados: -¡Adelante muchachos!-.

El enemigo diez veces superior en número a aquella fuerza, hacía fuego por descargas. Un cabo se acerca al capitán Cuevas y le dice: -¡Han matado al coronel!-. El héroe contesta: -Nos han mandado avanzar y debemos obedecerle ahora como le obedecíamos antes. ¡Adelante muchachos!-.

Del barranco salía una oleada de fuego, envolviendo una lluvia de balas, que parecían dibujar el contorno del heroico capitán. De improviso se siente herido, un soldado se le acerca para auxiliarle; pero Cuevas con el revólver en la mano derecha, avanza haciendo fuego, mientras grita con entusiasmo: -¡Adelante, siempre adelante!-. Otro balazo, y no se detiene hasta que un tercero casi a quemarropa, le hace caer pesadamente en brazos de sus soldados.

Los tenientes Labrador, Alberto Molina, herido también en el combate del día 9, y otros muchos, han ofrecido y dado la vida por la patria sin vacilar un punto, siguiendo el lema de su regimiento: -¡Siempre Adelante!-

El Disciplinario. ¿Quién habrá de los valientes jefes y oficiales de la brigada disciplinaria sin entusiasmo, sin caluroso elogio?. El bizarro Aizpuru, todos sus capitanes y oficiales han guiado a los del disciplinario que en todo momento pelean con ardimiento y heroísmo incomparables.

El día 23, a las cinco de la mañana, las compañías mandadas por los capitanes Nieto y Serena, rompen el fuego contra numerosos y nutridos grupos de moros, que ocupan unas lomas que nuestros bravos deben tomar. El enemigo no cesa de hacer fuego. A las siete de la mañana a consecuencia del fuego constante que se viene haciendo, escasean las municiones.
Aizpuru manda al teniente Carranco que marche al Hipódromo, en donde se provee de ellas.

El enemigo se percata de la terrible situación de las compañías disciplinarias, abandona las trincheras y acomete con terrible coraje a los bravos soldados, que resisten con serenidad y heroísmo, sufriendo muchas bajas. Entonces es cuando el capitán Gil, de Melilla, acude en auxilio de sus compañeros, avanzando con denuedo. Al llegar el teniente Carranco, nuestras fuerzas se ven obligadas a replegarse, constantemente batidas por el nutrido fuego de los kabileños. Aizpuru con energía suprema, reorganiza a los disciplinarios y manda cargar a la bayoneta, coronando las alturas.

En esta acción recibieron heridas gravísimas el capitán Gil, el teniente Alberto Molina, y el médico Moreno, que se portó valerosamente. Igualmente el teniente Sánchez Prats, el sargento Blanquer y el cabo Martínez son bajas en las filas, víctimas de graves heridas de bala.

Del escuadrón de Caballería que manda el valiente teniente coronel D. Daniel Morcillo debo hablar con el elogio que merecen los hechos de armas en que ha tenido valiosa participación. Cien veces cruzaron las guerrillas bajo un fuego mortífero el comandante Fajardo, capitanes Cabanellas y Sánchez Lacorte y los tenientes Ibarreta, Tous, Morales, Angosto, Villarino y del Río. Las secciones no descansaron un momento, siempre dispuestas, a toda hora en disposición de contener a los rifeños, sin que el cansancio ni el fuego pusiera en los animosos jefes, oficiales y soldados el menor asomo de contrariedad, trabajando de día y de noche; este modelo de escuadrones es admirable por su resistencia y por su heroísmo. El capitán Lacorte, no obstante hallarse herido, continua en su puesto de honor.

La Artillería no ha cesado de prestar su eficacísima colaboración en las operaciones. Los tiros precisos y contínuos detuvieron en muchas ocasiones el avance del enemigo.

El Cuerpo de Administración Militar y el de Sanidad, sólo alabanzas justísimas merecen. Centuplicándose, siempre en los sitios de peligro, merecen que la Patria tenga en cuenta sus servicios valiosísimos…”
Hans Nicolás i Hungerbühler

El capitán Fernando Fdez. de Cuevas 3/4








“Dejadme y seguid combatiendo” El capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, ha caído

En 1969, en la recopilación hecha sobre las Campañas de Marruecos entre 1909 y 1927 y concretamente en la parte relativa al primer mes de la misma, y en la que el capitán D. Fernando Fernández de Cuevas fallece en los combates alrededor de Sidi Musa el 23 de dicho mes en el aduar de Iguemarien, su gesta al tomar el mando de los soldados en el asalto, tras la muerte del coronel D. Venancio Álvarez Cabrera de Nevares, quedó recogida en la forma textual que a continuación se cita y que apareció publicada en el fascículo núm. 2 de la coleccións facscímil “España en sus héroes”, núm. 2, titulado “Hogueras en el Gurugú.

“…En el flanco derecho, la 1ª compañía es la más adelantada del tercer batallón. A la orden del capitán Fernández de Cuevas, avanza bajo el fuego de los moros hasta unos 200 metros de aquellas casas del poblado de Iguemarien, rodeadas de chumberas, desde las que los
kabileños disparan a placer. El tiroteo se extiende a lo largo de toda la línea. Poco a poco, los cazadores se va sintiendo indefensos frente a los certeros tiradores, bien protegidos en su posición dominante. De continuar así, parece imposible llegar al asalto.

La momentánea superioridad del enemigo sólo podría ceder en un ataque a la bayoneta. En los combates del día 9 se había comprobado que los españoles, aún con inferioridad numérica, lograba éxitos gracias a la preparación artillera y al asalto general al arma blanca. En el ataque a Iguemarien, el problema aumentaba por la falta de artillería, pero si el poblado se conquistaba, la nueva posición seria base de partida para atacar Ait Aixa, en la que, reorganizada lo columna, reuniendo todas las compañías, incluso las expedicionarias de Cazadores de Barcelona, y apoyados por el fuego de la artillería que quedó en Sidi-Musa, las posibilidades iban a ser considerables.

Álvarez Cabrera ordenó a la compañía de Fernández Cuevas dar el asalto y el capitán manda calar los machetes. -¡África nunca se queda atrás!-. Era la consigna de combate de los soldados de África al lanzarse al asalto. Fernández de Cuevas, como siempre, llega con los primeros a Iguemarien, mientras la sección del teniente Román por la derecha, la de Jiménez en el centro y la de Mayorga a la izquierda, acaban de desalojar de las casas a los rifeños, que, perseguidos por el fuego, ceden el campo y se retiran al otro lado del barranco.

La primera parte de la operación del coronel Álvarez Cabrera está cumplida. Ahora, desde allí, emprenderán el ataque definitivo, en cuanto se reúnan las fuerzas disponibles. Pero la inferioridad numérica de los españoles sigue notándose. En la posición conquistada, los hombres de Fernández de Cuevas reciben un diluvio de proyectiles. Frente a ellos, el perfil de la loma de Ait Aixa, el próximo objetivo, se ha convertido en un avispero de excelentes tiradores, que hace peligroso el menor movimiento.

El fuego rifeño lame de enfilada su pequeña loma dirigido desde la izquierda, desde las posiciones que la 2ª compañía del 2º batallón de Melilla no ha podido conquistar. Más allá, al mismo costado, por las estribaciones del pico de Kol-la, un nutrido tiroteo se ensaña sobre los escasos efectivos de la 1ª del 3º de África, la de Fernández de Cuevas. Sus bajas ya son numerosas y con ello la situación vuelve a agravarse por momentos.

Los moros, conscientes de su dominio, inician un ataque contra Iguemarien, aprovechando las zonas ocultas del terreno, pero las certeras descargas de los españoles cortan radicalmente el ataque. Algunos cadáveres de los atacantes, tendidos junto a las piedras, son como una seria advertencia a quienes intentase proseguir. Pese a ello, reforzado, aún intenta el enemigo recuperar la posición y se lanza en masa sobre la pequeña loma desde el fondo del barranco. Se produce un momento difícil y un grupo de cabileños penetra en la posición. Fernández Cuevas sale, se adelanta y extiende un brazo en dirección al adverasrio. Es una orden, un ejemplo, un impulso. Su compañía le sigue.

El teniente don José Jiménez Bernal, con la sección del centro, cerca del capitán, encuentra raro un movimiento de éste, como encogiéndose, tras el cual vacila. Jiménez calla por no alarmar a la tropa, pero se da cuenta que han herido al capitán. Luego rectifica: No, Fernández de Cuevas sigue andando y animando a su gente con el gesto.

El teniente don Enrique Mayorga Otazola, con su sección a la izquierda de la guerrilla, va pendiente de los movimientos del capitán y ha observado también su contracción extraña, como dolorosa. Minutos después le ve caer a pocos pasos de él: -¡Pronto cabo! ¡Los camilleros!. Salta el teniente en auxilio del capitán. Ya están con él tres hombres de su sección. Le taponan la herida con una compresa. Mayorga se dirige al cabo: -Retiradle, muchachos. En seguida: Al puerto de socorro-. Pero el capitán le corta en seco: -¡Dejadme!-.-Mi capitán: Cuando uno está herido, hay que evacuarlo-. –Aunque esté herido, dejadme y seguid combatiendo-. Su tono es de orden tajante. No admite más réplicas. Mayorga, sintiéndose obligado a obedecer, se vuelve con sus hombres.

La compañía diezmada, continúa en sus posiciones. Jiménez, cerca del capitán, oye aún animar a los soldados con la voz y el duro ejemplo de avanzar herido.

Poco después, un nuevo asalto enemigo pone la posición en grave aprieto. El número de asaltantes es aún mayor, y su fuego desde puntos bien elegidos, cae seguro sobre los defensores, inmovilizándoles en su posición.

Nadie vio más al capitán Fernández de Cuevas entonces, pero su cuerpo se halló más delante de donde cayó herido. A duras penas había avanzado aún unos pasos, aunque parecía imposible que pudiese mantenerse en pie, con la pérdida de sangre sufrida, la que marcaba el reguero. Unos disparos a bocajarro acabaron definitivamente con él. El capitán Fernández de Cuevas quedaba en Iguemarien como un ejemplo de heroísmo. Sucumbió derecho, como había vivido siempre, en el campo del honor. Tenía treinta y dos años, dejaba una joven esposa viuda y tres niñas huérfanas.

El teniente don Juan Román Jaime, de la escala de reserva,s e hizo cargo de la compañía, por ser el más antiguo. Ordenó a Mayorga recoger el cadáver de su capitán. Tenía las heridas rodeadas por las quemaduras propias del disparo a bocajarro. Lo evacuaron a Sidi-Musa…”

Nota de prensa, sobre el fallecimiento del capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón

La noticia de la muerte del capitán de Infantería Fernández de Cuevas, hermano de otro oficial del regimiento de Infantería de Melilla, que también combatía en esta Campaña de 1909, D. Teodoro Fernández de Cuevas y de Ramón, era una persona muy conocida en Melilla tanto por su carácter como por su faceta de escritor y poeta, fue dada a conocer entre otros periódicos, en “La Correspondencia de España”,de la forma que sigue a continuación, bajo el título “El Capitán Cuevas” (textual):

“…Otra de las muertes que ha causado aquí profunda sensación es la del capitán D. Fernando Fernández Cuevas.

Vivía aquí ( Melilla ) desde hace algunos años, estaba casado y con hijos. Hace dos días estuve besando a su hija, una preciosa niña de pocos años, de cuya belleza todos los de aquí hacen continuas alabanzas. El pobre Cuevas adoraba en ella, y cuando me la enseñó, me decía: -Verá usted que chiquitina tengo. Es la alegría de la casa-.
Ahora la pobre niña si se dará cuenta de la inmensa desgracia que sobre ella pesa, y no verá más a aquel padre cariñoso que tanto la adoraba.

El pobre capitán Cuevas era popular en Melilla por su genio alegre y expansivo. Fue un escritor culto y poeta inspirado, siendo autor de algunos himnos patrióticos destinados a enardecer es espirítu de los soldados.

Era hermano de otro bizarro capitán del regimiento de Melilla, D. Teodoro Fernández Cuevas, que también ha luchado valientemente en estos sucesos, y al que, como sabeis todos, queremos en la casa de “La Correspondencia de España” como si fuese nuestro compañero.

Los dos hermanos se hallaban luchando bravamente frente al enemigo; ha caído Fernando, quedando Teodoro, para que el apellido Cuevas quede grabado en el inmortal sitio reservado a los héroes…”

Ascenso a comandante del capitán Fernández Cuevas

Como recompensa a los méritos observados y contraídos en combate, concretamente los correspondientes a los días 9, 18, 20, 22, 23 y 27 de julio y, el 1 y 3 de agosto de 1909, el Rey, ascendía al empleo inmediato superior a los siguientes jefes y oficiales entre otros, definiendo el comportamiento de los mismos como “extraordinarios méritos y bizarro comportamiento” y que habían muerto en el combate. Dichos ascensos, fueron dados en Madrid el 11 de agosto de 1909. Dicha noticia publicada en “La Correspondencia de España” del 13 de agosto de 1909, iba firmada por el periodista Linares.

De comandante a teniente coronel.

D. Eduardo López Nuño Moreno.
D. José Capapé Romero.
D. José Royo Diego

De capitán a comandante.

D. Angel Melgar Mata.
D. Enrique Navarro Ramírez de Arellano.
D. Alberto Morris Biguel.
D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón.
D. Pedro de la Plaza García Rivera.
D. Laureano García de la Torre.
D. Enrique Guiloche Bonet.
D. Alfredo Rogers y Mathé.

De primer teniente a capitán.

D. Eduardo López Salcedo.
D. Francisco Roca Llovet.
D. Joaquín Tourné Pérez Seoane.
D. Armando Sojo Montagud.
D. Rafael delos Reyes Ortiz.

De segundo teniente a primer teniente.

D. Isaac Labrador Gallardo.
D. José Fernández de Guevara Mackenna.
D. José Ochoa Pérez.
D. Alberto Lozano Gisbert.
D. Ángel Salcedo Ansó.
D. Alberto Molina Galano.
D. José Velarde Velarde.
D. Antonio Pérez Prado.
D. Pedro Salvador Bilbao.
D. Antonio Pellón Díez.

Relación de recompensas otorgadas por el combate del 20 y 23 de julio y de la noche del 20 al 21 del mismo mes en Sidi Musa, segunda caseta y Atalayón a los suboficiales y soldados del Regimiento de Infantería de África núm. 68

Sargento D. Cristóbal Rubio Cano. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Pedro Rodríguez López. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión..
Soldado D. Antonio Díaz García. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Antonio Martínez Manzano. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión..
Soldado D. Plácido Sánchez Cánovas. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Andrés Jiménez Serrano. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Antonio Martínez Monteagudo. Cruz de plata del Mérito Militar distitiv.rojo. Sin pensión.
Soldado D. Vicente Corvera Ortíz. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. José Asensio Abad. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Antonio Gálvez Boj. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Diego Cánovas Vázquez. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Máximo Bernal Soria. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Ramón Mir Mirabet. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Manuel García Tevar. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Salvador García Casteruán. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Gabino Alarcón Morato. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. José Jeménez Piñón. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Romualdo Sanz Donato. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. José Falcó Salvador. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Antonio Guillén Medrano. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Juan Porcar Morales. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Nicolás Medina Ruíz. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Vicente Montolaya Moreno. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. José Domínguez Cortés. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Eulogio Suárez Fernández. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Bartolomé Martínez. Cruz de plata del Mérito Militar distintivo rojo. Sin pensión.
Soldado D. Francisco Maldonado Suárez. Cruz de plata del Mérito Militar distint. Rojo. Sin pensión.

La Cruz Laureada de San Fernando

El 10 de agosto de 1909, se daba la noticia en el periódico “El Imparcial” de que entre otros, se iniciaba la apertura de juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando, al capitán Fernández de Cuevas muerto en el campo de batalla gloriosamente.

Por su valor, comportamiento y, méritos reunidos en el combate de Iguemarien, el 23 de julio de 1909, en Iguemarien, el capitán de Infantería, D. Fernando Fernández de Cuevas, se hizo acreedor de la Cruz Laureada de San Fernando, la cual, después de la apertura del Juicio Contradictorio, le fue concedida el 16 de mayo de 1910, bajo el gobierno de Aznar. Las conclusiones del expediente mediante el cual, se premiaba su comportamiento, valor y arrojo en el combate, decía así según el Diario Oficial núm. 105, (textual):

“…Visto el expediente de juicio contradictorio instruido para esclarecer si el capitán del regimentó de Infantería de África número 68, don Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, se hizo acreedor a la cruz de la Orden de San Fernando por su comportamiento en el combate librado en las inmediaciones de Sidi-Musa el 23 de julio de año último;…
…, el expresado día el capitán Fernández de Cuevas fue gravísimamente herido en una de las fases del combate, no consintiendo en ser retirado y continuando en su puesto hasta que más tarde falleció sobre el campo;…
…,el hecho realizado por el capitán don Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón es de los comprendidos en el caso 7º. del art. 27 de la ley de 18 de mayo de 1862, el Rey…
…,ha tenido a bien concederle la cruz de segunda clase de la Orden de San Fernando…
Madrid 16 de mayo de 1910.

Aznar…”

Periódicos como “La Época” y “Siglo Futuro”, dieron la noticia a España, de la concesión de la Cruz de segunda clase de la Orden de San Fernando, al comandante D. Fernando Fernández de Cuevas, en fecha 16 de mayo y, “La Correspondencia de España”, lo hacia a la mañana siguiente el 17 de mayo de 1910.

Hans Nicolás i Hungerbühler

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Una reliquia para el museo de Infantería de Toledo

El enviado de “La Correspondencia de España”, Sr. Rodríguez de Celis, explicaba en una de sus notas y mediante telegrama, a su redacción en Madrid, que con motivo del fallecimiento en acción de guerra y en homenaje al capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón, el Director del Museo de Infantería de Toledo, pidió por escrito, mediante una carta dirigida a D. Teodoro Fernández de Cuevas y de Ramón, hermano del fallecido capitán, que le enviase a título de “reliquia gloriosa” alguno de los objetos de uso militar que pertenecieron al malogrado Fernando. La reliquia que se mandó, fue el revólver de Fernández de Cuevas, el cual, se hallaba destrozado y estaba manchado por la sangre del capitán.

Capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón. El estudioso y escritor

D. Fernando Fernández de Cuevas, ya en la Academia Militar de Toledo, dada su afición al estudio, destacó en el escalafón, por encima de su hermano Teodoro. Tiempo más tarde aunque por los motivos ya indicados al principio, dejó la Escuela Superior de Guerra para partir hacia las Filipinas. Su propia madre, comentó al ingresar su hijo a dicho Centro de Estudios, la juventud de su hijo.
Sus escritos, iban orientados hacia la milicia, de hecho, era autor de himnos patrióticos destinados a ensalzar el ánimo de los soldados.
Era autor, entre otros, del Himno de su propio regimiento, el Regimiento de Infantería de África núm. 68. Dicho himno, llevaba por letra:

AFRICA 68
Himno del Regimiento.
Contraseña…,por mi Patria quiero morir.

A mi Patria, fiel, defenderla siempre juré;
a ella con placer, todo lo sacrificaré;
de su historia un hecho glorioso, deseo escribir:
que mi dicha es vivir,
para siempre pensar,
por la bandera luchar
hasta morir.

A mi Patria, fiel, defenderla siempre juré;
a ella con placer, todo lo sacrificaré;
la sagrada emblema, concentra todo mi amor;
ella me da valor
para siempre pensar
que por ella he de luchar
y por su honor.

De España a tanta gloria,
África quiere contribuir;
viviendo en la memoria
del que su historia
inmaculada, llegue a oir.

De nuestro Regimiento
es la consigna siempre avanzar;
y en la alta cima al viento
nuestra bandera contemplar.

A la cima correr
a la cima llegar,
Por la Patria luchar
Para vencer.


Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón.



“No olvidéis si al campo vais
do se disputa el honor
que es de la sangre el color
del banderín que llevais;
no olvidar que os obligais
a defenderlo con saña,
tiene el color de la entraña
que el valor da corazón,
y lo ostenta el pabellón
más noble, el de nuestra España”

Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón.
Fue autor también de una memoria, corregida por él mismo en la cual, en la tapa impreso se podía leer:

“…Regimiento de Infantería África Número 68. Memoria. Suscrita y leída por el Capitán D. Fernando F. de Cuevas, con motivo de la Revista de Inspección pasada a este Cuerpo según R.O. de 15 de marzo de 1907…” De su puño y letra, figuraba la anotación “Corregida”.

Dicha memoria, se describía al rifeño, señalando que las apariencias engañaban y que sus características, eran determinadas, citaba el tipo de armamento del que disponía el enemigo y que tipo de infantería y caballería usaba, la táctica rifeña y otras consideraciones. Aconsejaba como debía de ser el equipo del soldado en combate, haciendo especial hincapié en el vestido y la capacidad que este pudiera tener de confundirse con el tipo de terreno en la zona (la importancia del enmascaramiento), el rifeño al parecer lo tenía con sus vestiduras y se confundía más fácilmente con el terreno que el español, aconsejaba como tenía que ser el equipo del soldado,. En este punto, hablaba de un morral para llevar lo imprescindible y una dotación de 200 cartuchos, ¿sería este el antecedente de la mochila de combate actual (muda, agua, dotación de seguridad y ropa de repuesto entre otras cosas). Manifestaba que aprovechando la ventaja que en el ejército suponen la instrucción, la organización y la disciplina, se podía combatir como el moro pero teniendo en cuenta lo anterior y, sin olvidar la importancia del avituallamiento de la fuerza, el congraciar con la población de la zona es un factor importante de cara al mismo pero sin caer en la debilidad, la política en territorio ocupado, debía de servir el referente francés. Se cita también a la columna española como unidad volante y la composición de la misma, pertrechos y la exclusión de Administración Militar en estas columnas de combate, por no ser útiles en el combate. Cita como enfrentarse al enemigo, el uso de la ametralladora y que no se puede establecer en la forma de ataque al enemigo, regla fija por ser cada ataque de forma distinta, la importancia del despliegue y vuelve a hacer una vez más mención, al aprovechamiento del terreno, etc… Esta memoria.,decía lo siguiente (textual).

“…Especialidad de la guerra en Marruecos teniendo en cuenta las condiciones del ejército enemigo.
Nadie como el filósofo Tomás Hobbes, nos definió más clara y terminantemente lo que la raza berberisca es, y a nadie mejor que a nuestros más próximos vecinos, puede aplicárseles ésta definición sin temor a equivocarse. “El hombre vive en un estado semejante a las bestias; cada cual puede hacer lo que quiera, nada es bueno ni es malo, nada puede decirse que es justo ni injusto, porque nadie tiene derecho. Solo hay fuerza luchando unos contra otros”. Claro está que el resultado es la plena anarquía. Esto realmente nos pinta el rifeño de cuerpo entero, pero no era necesaria esta opinión para formarnos idea de su modo de ser, basta con que no hubiéramos fijado en los que a diario se presentan a nuestra vista, los vemos corpulentos, de un aspec o de robustez que asombra, musculatura desarrollada y sus ojos llenos de vida denotan un estado de fortaleza digna de mejor empleo; las apariencias engañan, el rifeño es inactivo, sus alardes de fuerza y gallardía sucumben a la primera intimación formal, son fanfarrones y su hipócrita manera de ser los caracteriza de tal modo que no es difícil conocerles desde los primeros instantes. Son audaces, pero su audacia la emplean cuando el peligro no se presenta claro ante sus ojos, en este caso, procuran aprovechar las ocasiones de huir de él. Un fanatismo especial les hace desconocer la realidad de los hechos y entonces solamente ponen a consumo su audacia o aracterística (estas dos últimas palabras, parecen tachadas y se ha añadido a mano encima reconocida audacia) reconocida audacia. Están dotados de un espíritu avariento; el dinero es su ídolo, por él sacrifican hasta la familia; la sagacidad, la avaricia y la hipocresía son sus características.

Escasos y muy deficientes son os medios de guerra que pudieran utilizarse si a ella llegásemos, su instrucción es nula; carecen de dirección y en cuanto a armas combatientes solo en realidad disponen de Infantería y Caballería; o por mejor decir, de Infantería y de Infantería montada. El armamento en su mayor parte no es moderno, es casi todo de antiguo sistema, si bien es en verdad que en la actualidad y aumentando de día en día, lo poseen de los sistemas Mauser, Winchester, Lebel y Krotpascheck; abunda el Remington.

Su táctica aunque algo, ha adelantado poco desde los tiempos antiguos. Suelen presentarse en extensa línea, desbordando los flancos para arrollar los del contrario, son codiciosos en la persecución, fieros y sanguinarios, pero si son rechazados, debido a su carencia de solidez y cohesión abandonan el campo precipitadamente, reuniéndose de nuevo, bien para emboscarse, bien para aprovechar el desorden del enemigo en su avance y cargarles con ímpetu sobre sus flancos o retaguardia; pero mal aprovechado este sistema de guerra, debido a su defecto de constitución, resulta esta una táctica desordenada de guerrilla y no solo por lo expuesto dejan de dar el valor que debieran a sus posiciones adquiridas, si que también por su desconocimiento del arte de la guerra. Para sus defensas han adelantado algo, aún que poco también, en la cuestión de atrincheramiento, pero no prácticos en el modo de aprovechar el terreno, no es fácil que eliigeran posiciones tales que nos fuera excesivamente difícil el ataque y ocupación; de aquí que adolezcan de gravísimos defectos y que el valor de ellos sea solo relativo; bien es verdad que hemos dicho que no suelen demostrar gran interés en su conservación.

Terminadas las consideraciones sobre el Ejército enemigo y antes de entrar de lleno en la esencia de este tema, algo hemos de decir con relación al equipo y vestuario de nuestros soldados. Dado que el clima de este país es a veces excesivamente caluroso y enervante, y teniendo en cuenta las condiciones de visualidad, debe procurarse que el soldado lleve dentro de lo necesario, la menor cantidad posible de peso pues además hay que tener en cuenta la fatiga que produce operar en terrenos tan accidentados. El traje debe procurarse sea gris oscuro o parecido al kaki llevando cubre-cabeza y polainas el mismo color, aprovechando de este modo el ejemplo que por intuición ellos nos dán con el color de sus vestidos y chilabas, que se asemejan y confunden con los terrenos calizos y arcillosos, prototipos de los de esta tierra.
Las prendas del equipo que debieran llevarse son: el correage cubano que aún existe en nuestro Regimiento y que por su gran capacidades muy conveniente, pero conservando su color avellana; un morral pequeño en el que se colocara lo extrictamente necesario de ropay de este modo se conseguiría llevar entre ambas prendas un total de dotación de doscientos cartuchos; podría llevarse un par de alpargatas de repuesto y es muy de tener en cuenta que el máximun de peso que debiera de soportar cada individuo seria de quince a veinte kilos.

Por las condiciones y modo de guerrear de nuestro enemigo, por la dificultad de luchar en terreno extraño que tenemos que conquistar palmo a palmo y dado que nuestro supuesto, constituiría una guerra útil-comercial, sacamos en consecuencia, que el sistema que debemos empelar es el suyo perfeccionado, aprovechando las ventajas que nos da la organización, la superioridad física y moral, el armamento y la disciplina del Ejército, así como los medios de aprovisionamiento que si seria dificultoso para nosotros no había de serlo menos para ellos, dado lo expuesto anteriormente; y buen ejemplo de ello tenemos a la vista con lucha que en la actualidad sostienen; pasando dos ejércitos días y días sin avanzar uno ni otro, debido a la escasez de vituallas, que casi exclusivamente adquieren por vía marítima; no debe sin embargo dejar de tenerse en cuenta por esto, lo que puede aprovecharse del terreno que se conquiste, así como tampoco, que es de grandísima importancia en este caso atraer al enemigo, que residente en el país adquirido es más tenaz y más fuerte que el que con la armas lucha; la atracción por medio del buen trato, y el buen sentido del Jefe director, harán mucho más en pro de nuestros propósitos que nuestras armas pudieran hacer, así que si no conseguíamos el completo abastecimiento de nuestro ejército, al menos lo lograríamos en parte, y muy particularmente en lo que a la adquisición de reses se refiere; asunto de verdadera importancia en todo caso, pero de mucha más en la que tratamos.

Aprovechando en lo que a organización de nuestro ejército se refiere, lo que del suyo nos puede ser útil, entendemos que aquel debe operar en columnas compuestas en general de una batallón de cuatro o seis compañías como máximo, una sección de caballería compuesta por treinta o treinta y cinco caballos, dos piezas de artillería (para cuyos transportes seria como dijimos muy útil emplear el camello) ocho o diez individuos del cuerpo de sanidad militar y cuatro hombres del cuerpo de ingenieros con el material necesario de telégrafos. Aparte el servicio de las acémilas necesarias para estas unidades yendo con dos o tres cargas de municiones, una por compañía, y una con útiles de campaña. La administración militar, juzgamos que no debe acompañar, por innecesaria, a estas clases de columnas; el soldado, ya incluído en el total de peso que ha de resistir, llevará raciones para dos días, y medios de condimentación.

En los ataques de su caballería, la serenidad nos hará destrozársela, utilizando para conseguirlo el fuego a discreción primero y más tarde contra las grandes masas el fuego por descargas; de este modo haremos poco fructífero el empelo de este arma, por su parte, en el combate. Es de notar que en este caso pudieran utilizarse con gran ventaja las ametralladoras, acompañando para ello una a cada columna volante. En nuestro ataque el objetivo será siempre el centro como punto más débil, sin que nos obstinemos rutinariamente en este sistema, dando lugar con ello a que pudieran envolvernos; esto es solo una advertencia de carácter general, pues como en todo caso no puede darse regla fija y constante; para cada uno, el problema a resolver será distinto , el terreno, el número y cuantos factores entran en el combate determinaran el medio más adecuado en cada caso.

La tropa debe estar perfectamente instruída especialmente en los despliegues que en muchas ocasiones serán momentáneos que no dará lugar a utilizar la desfilada; irán a la guerrilla desde todas las formaciones y deben estar acostumbradas a desplegar directamente sobre su frente, utilizando un medio parecido al que nos enseñaba la anterior táctica, sirviendo como ejes los hombres centrales o los colcados al costado opuesto a áquel en que deba efectuarse el despliegue. Los intervalos han de ser grandes y aunque parezca un absurdo que estando amenazados constantemente con la presencia de la caballería enemiga, pueda existir tan poca cohesión en la primera línea, hay que tener en cuenta la estructura general del terreno, además de que las reservas han de estar prontas a acudir al centro y a las alas en cualquier instante y para ello próximas, cubiertas y a retaguardia de dichos centro y extremos. Para las marchas la guerrilla las efectuará, bien individualmente a lo que deben acostumbrarse los soldados, cubriéndose con todos los accidentes del terreno, bien en desfilada por ser más descubierto convenga así efectuarlo, pero procurando siempre utilizar el primer sistema. Las reservas irán por secciones; y por el flanco, prefiriendo la formación de a dos a la de a cuatro, que nos ofrece la ventaja, de que además de presentar menos blanco al enemigo y ser más rápido el despliegue se adapta más al sistema de marcha en terrenos muy quebrados sin dejar de ser una formación de orden cerrado.

La Artillería obrará con relativa independencia , y para ello exceptuando el caso de un paso obligado en que las circunstancias harán que la mayor parte de las veces tenga que descubrirse; deberán colocarse en baterías a cubierto, haciendo fuego solamente sobre las grandes masas y en los casos que estas se presenten, hasta que una vez conocida su posición por ele enemigo se retirará eligiendo otras desde donde pueda batirlos; para ello el jefe le dará una autonomía especial, marcándole solo en los casos que juzgue procedentes, la fuerza que deba sufrir su fuego, y tan solo instrucciones generales.

Respecto a la Caballería, dado su escaso número, su servicio será exclusivamente el de exploración y enlace, en el que tendrá especial cuidado por ser de grandísima importancia en ésta clase de guerra; harto conocidas son las reglas para esta clase de servicio. No he de dejar de expresar después de anotados los anteriores conceptos y a fin de que no se confundan las especies, que si bien la política de atracción es importantísima, no debe llevarse al punto que rayemos en una demostración de debilidad que nos sería perniciosa, dando lugar a nuestro desprestigio, por lo que estamos muy lejos de recomendarlo. La justicia debe imperar en nuestros espíritus uniendo los alardes de cariño y afección a los de severidad en caso necesario, y castigando con mano dura todo aquello que pudiese menoscabar nuestro prestigio o reducir en lo más mínimo nuestra relativa seguridad; repito que nuestra política debe aproximarse en lo que sea posible a la de Francia.

Fernando Fernández de Cuevas y de Ramón…”

Epílogo
El 4 de diciembre de 1979 se procedió en el Cementerio Municipal de Melilla a la exhumación y traslado a la Península de los restos mortales del capitán Fernando Fernández de Cuevas.


Fuentes:
“La Correspondencia de España”, Diario político, independiente y de noticias, edición de la mañana, Madrid núm. 16.387, pág. 4, de fecha viernes 19 de diciembre de 1909.
“España en sus héroes”, núm. 2, “Las hogueras del Gurugú”, págs. 44,45, 46, 47, 48, 51, 52 y 64, Madrid 1969.
“El Imparcial”, Madrid, núm. 15.215, pág.2, de fecha martes 20 de julio de 1909.
“La Correspondencia de España” Madrid núm.18.791, pág. 2 de fecha martes 24 de julio de 1909.
“La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm.18.792, pág. 1, de fecha domingo 25 de julio de 1909.
“La Correspondencia de España”, Edición de la mañana. Madrid núm. 18.797, pág. 1 de fecha viernes 30 de julio de 1909.
“El Imparcial”, Madrid núm. 15.236, pág. 2, de fecha martes 10 de agosto de 1909.
“La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm. 18.811, pág.2 de fecha viernes 13 de agosto de 1909.
Fotografía capitán Fernando Fernández de Cuevas con su hija, “España en sus héroes” núm. 2, “Las hogueras del Gurugú.”
“La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm 18.835, pág. 2, de fecha lunes 6 de septiembre de 1909.
“El Imparcial”, Madrid, núm.15.295, pág.2, de fecha 8 de octubre de 1909.
“El Imparcial”, Madrid, núm. 15.301, pág. 1, de fecha 17 de octubre de 1909.
“La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid núm.21.237, pág. 3, de fecha martes 7 de diciembre de 1909.
Fotografía soldado del Regimiento de Infantería África núm. 68, buscador de imágenes de “Google” en Internet.
“La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid, núm.21.395, pág.1 de fecha lunes 16 de mayo de 1910.
“Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 857, pág 4, de fecha lunes 16 de mayo de 1910.
“La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid nú. 19.088, pág. 5, de fecha martes 17 de mayo de 1910.
“Melilla recuerdos de mi estancia 1902 -1906”, de Teodoro Fernández de Cuevas. “impresiones africanas de un capitán de Infantería”,Introducción y Notas de Francisco Saro .Edición de Vicente Moga. 1992, La biblioteca de Melilla.
Fotografía capitán D. Fernando Fernández de Cuevas y demás familia, “España en sus héroes” núm. “Las Hogueras del Gurugú”, Madrid 1969.

Hans Nicolás i Hungerbühler