Apuntes sobre el primer oficial muerto en combate al inicio de la Campaña del "9" en Melilla, el cual pertenecía a la Brigada Disciplinaria, que fue la primera en entrar en fuego, después de la intervención del Regimiento de Infantería de África 68 y de la Artillería de Montaña. Este primer teniente, era D. Eduardo López Salcedo, joven de 33 años, que halló la muerte en los combates del 9 de julio de 1909, después que los rifeños, atacaran a los obreros del ferrocarril minero, causando 4 muertos. El teniente de Infantería D. Eduardo López Salcedo, de la Brigada Disciplinaria, el primer oficial muerto en la Campaña del “9”. La noticia de la agresión de los kabileños a los trabajadores españoles del ferrocarril minero llegó rápidamente a Melilla, circulando entre sus habitantes, españoles, moros y judíos como un reguero de pólvora, en este ataque, habían perdido la vida cuatro obreros que eran: Emilio Esteban, Tomás Almeida, Cristóbal Sánchez y Salvador Pérez al parecer de edades jóvenes. Esta noticia, causó gran alarma e indignación entre los melillenses, tanto españoles como moros y hebreos, no dando crédito a lo que oían sobre los sucesos, efecto este último del que la prensa de la época resaltó en sus artículos. El conocimiento de esta agresión, motivó inicialmente la salida del teniente coronel Baños desde el campamento del Hipódromo en dirección al kilómetro 7 del ferrocarril, al frente de 2 compañías del Regimiento de África 68, notificándose la misma al comandante general de la plaza, general D. José Marina Vega. Una vez conocida la noticia, comenzaron a correr las órdenes, produciéndose un inusual movimiento el cual apercibido por los civiles, no pasó inadvertido. El general Marina, tiene conocimiento de la agresión y parte al campo enemigo. “La Correspondencia de España”, firmado el redactor del mismo en Melilla, Sr. Rodríguez de Celis, explicaba a la opinión pública la reacción del comandante general de la plaza, general Marina, en los siguientes términos y bajo el título “Nuevos detalles, (Telegramas urgentes de la 1,40 de la madrugada; recibidos en la central de Madrid a las 2,22, en nuestra redacción a las 8,45). “…Melilla (sábado madrugada). Cuando el general Marina tuvo noticia de la brutal agresión realizada por los moros, salió del Gobierno militar de la plaza solo y a pie, ordenando que le llevaran el caballo a su encuentro. Minutos después salían en la misma dirección las tropas que más tarde mandaba personalmente el general…” Marcharon al campo, el general Marina, el general Del Real y Sánchez Paulete, el jefe del Estado Mayor Sr. Larrea y cuatro tenientes. No obstante, el teniente coronel Baños, ya había partido y al llegar al lugar donde se hallaban los cadáveres de los trabajadores, observó que los kabileños ya les habían mutilado y les habían prendido fuego. Las fuerzas con las que el general Marina había partido, eran dos compañías del Regimiento de África núm. 68, la Brigada Disciplinaria, una Batería de Artillería de la plaza, una sección del Escuadrón de Cazadores, y la Batería de Montaña. Más tarde, se solicitaría la Batería de Artillería rodada y el resto del Escuadrón de Cazadores. El general Del real, quedó en el Hipódromo distribuyendo las tropas y preparando la defensa de este y de Melilla, en caso de agresión. La Artillería, rompe el fuego. Los combates, iniciáronse sobre las 10:15 horas mediante la preparación del ataque por el fuego, correspondiendo la rotura de este, a la Batería de Montaña contra caseríos, chumberas y otros lugares vecinos de los moros atacantes, susceptibles de servir de parapetos y escondrijos a los mismos. Sobre este cañoneo, escribió en “La Correspondencia de España” el redactor del mismo en Melilla, Sr. Rodríguez de Celis,el 10 de julio de 1909, lo siguiente: “…El Combate. A las diez y cuarto de la mañana comenzamos a percibir el estampido del cañón. Era que la batería de montaña había roto el fuego contra los caseríos vecinos a los territorios de las kábilas agresoras. Se prolongaba el fuego y los disparos de cañón eran continuados, muy frecuentes, mediando tiempo escasísimo de unos disparos a otros. Indudablemente, el efecto del cañoneo en el campo moro debía de ser terrible, debida la abundancia de los disparos, la proximidad de las residencias de los kabileños y las facilidades con que nuestros artilleros podían hacer seguros blancos. Más tarde, continuando todavía el fuego emprendido por la batería de montaña, por virtud de órdenes que acababa de enviar a la plaza el general Marina, envió el general Del Real la batería rodada y el resto del escuadrón de cazadores, del cual había salido ya al campo, como dije antes, una sección. Dicho escuadrón lo ha dividido el general Marina sobre el terreno en secciones mandadas por oficiales. Las secciones mencionadas y las demás fuerzas, han sido colocadas diligentemente en los distintos límites y en orden de combate…” Los combates. “La Época” del 10 de julio de 1909, informaba de los combates dimanantes de la agresión que hubo a los cuatro trabajadores del ferrocarril minero el 9 del mismo mes, de la forma siguiente (textual) y bajo el título, “Combates con los moros.-Los moros de Beni Ensar se unen a los españoles en la lucha.- Toma del Atalayón.-Nuestros soldados se posesionan de Nador.-Detalle de la lucha.-Las bajas.”: “…A las diez y cuarto de la mañana las tropas del general Marina se pusieron en contacto con los moros, trabándose rudo combate, que inició la batería de montaña, cañoneando los caseríos vecinos de las kábilas agresoras. El efecto de nuestra Artillería fue terrible, viéndose poco tiempo después los estragos del incendio. El combate de infantería lo iniciaron dos compañías, mandadas por el coronel Baños, las cuales se proponían recoger los cadáveres de los obreros asesinados, y al encontrarse con que la colina de Xifar estaba ocupada por los moros, que hacían nutridas descargas, avanzó sobre ellos con gran denuedo. Minutos después llegaba el general Marina, el cual apoyó el movimiento del coronel Baños, destacando las fuerzas disciplinarias y rompiendo nutrido fuego de Artillería, que destrozó las chumberas y demás parapetos en que se ocultaban los moros. En este combate, que duró una hora, hemos sufrido un soldado muerto y varios heridos. Nuestros soldados ocuparon la posición de la colina de Xifar a las once y cuarto, quedando en ella fuerzas suficientes para conservarla, y dirigiéndose el resto, a las órdenes del general Marina, a tomar la importante posición del Atalayón. La lucha fue aquí muy ruda; los moros defendieron la posición con gran esfuerzo; pero nuestra Infantería cargó a la bayoneta, recibiendo de frente las descargas de los rifeños, mientras las ametralladoras hacían nutrido fuego con una precisión admirable. En este combate rudo, terco y en el que los moros han reunido fuerzas que no bajarían de los 4.000 hombres, se han batido en primera línea, unidos con nuestras tropas, los moros de la kábila de Beni-Ensar. Que con sus Kaídes se unieron al general Marina cuando este salió al campo. La toma del Atalayón quedó efectuada a las dos y media de la tarde, habiéndonos costado dolorosas pérdidas. Los rifeños las han sufrido tremendas, viéndose los efectos mortíferos de la artillería de tiro rápido. Hombres y armamento volaban por el aire, y corrían buscando refugio contra lo certero de nuestros disparos. La posesión del monte Atalayón es de gran importancia estratégica; pues es una altura de forma cónica, de cien metros de cota, situada al principio de Mar Chica, en su parte más próxima a la playa, a unos 10 kilómetros. El general Marina no dio por terminado el combate hasta después de posesionarse también de Nador; posición que domina el primer trozo del ferrocarril que va a las minas de Beni-Bu-Ifrur, cuyo trozo tiene 12 y ½ kilómetros, y parte del segundo trozo; pues en él esta enclavada la estación que lleva aquel nombre…” La población civil de Melilla, fue felicitada por el general D. Pedro Del Real Sánchez Paulete, por su comportamiento durante esta jornada ya que iniciados los combates, se presentaron en el campamento militar del Hipódromo, con carruajes para el traslado de heridos al hospital. La acción llevada a cabo por la Brigada Disciplinaria, quedó recogida en “El Imparcial” de Madrid de 10 de julio de 1909 y durante la descripción de los combates, relata el momento en que cayó el teniente Salcedo el cual, dice textualmente y sitúa la acción en las lomas dominantes de la segunda caseta del ferrocarril: “…Tomada esta loma, los moros se retiraron, situándose en las alturas del barranco de Sidi-Musa y allí continuaron la resistencia. Entonces nuestras baterías reanudaron su fuego. Fue obra rápida. Los rifeños se vieron rápidamente arrojados de aquella posición. Sus pérdidas fueron grandes. A medio día era ocupada aquella segunda loma, no sin dura resistencia ni sin pérdidas sensibles. Entonces el general Marina ordenó un nuevo ataque para dominar la alta loma, que es clave en el desfiladero. Habiánse allí reconcentrado muchos rifeños. El terreno les protegía y las ondulaciones del declive les consentían una resistencia de difícil vencer. Cumpliendo las órdenes del general Marina, nuestros soldados avanzaron. Fueron recibidos con un fuego terrible. Aquel momento fue tremendo y digno de ser relatado con toda la grandeza del estilo épico. Las compañías del disciplinario de África subieron la abrupta pendiente, dando un ataque a la bayoneta. El fuego enemigo aumentaba. Produciánse bajas en las filas. El teniente Salcedo con el gesto y la palabra animaba a sus soldados, cayó a tierra como herido por el rayo: una bala de fusil Remington le había atravesado la cabeza en el momento en que llegaba junto a un parapeto de piedras formado por el enemigo. El avance de los soldados no se interrumpe, ni se interrumpe tampoco el fuego de los rifeños. Poco después caen a tierra heridos el capitán Riquelme, que tiene un muslo atravesado y el teniente Molina. Después de ratos de lucha durísima, el avance es rápido. Las tropas ocupan sucesivamente el Atalayón y Nador…” Las bajas del 9 de julio de 1909, fueron: - Teniente D. Eduardo López Salcedo, del batallón disciplinario, muerto. - Capitán D. José Riquelme y López Bago, agregado al Gobierno Militar y prestando servicios en la oficina indígena, herido en una pierna por una bala de fusil que le atravesó el muslo izquierdo, causando fractura, grave.. - Primer teniente D. Luís Molina Gaiano, del batallón disciplinario, herido de bala en la pierna, también le atravesó el muslo izquierdo. - Segundo teniente D. Alberto Molina Gaiano, hermano del anterior, contusión en un pie. - Soldado D. Francisco García Pino, herido. - Soldado D. Ricardo Acedo cano, herido. - Soldado D. Marcos Larra, herido. - Soldado D. Antonio Molina Gil, herido. - Soldado D. Gregorio García Pérez, herido. - Soldado D. Vicente Buadé, herido. - Soldado D. Elías Rodríguez, herido. - Soldado D. Luís Restay, herido. - Soldado D. Emilio García González, herido. - Soldado D. Vicente Querol, herido. - Soldado D.Francisco León, herido. - Soldado D. José Francés Torres, herido. - Soldado D. Juan Hernández Mateu. - Soldado D. Manuel Ramadán, herido. - Soldado D. José Carcelés Serrano, herido. - Soldado D. Faustino Caballero, herido. - Soldado D. Miguel Cabanes, herido. - Soldado D.Gregorio Agulló, herido. - Soldado D. Miguel Marco, herido. - Soldado D. Miguel Martín Navarro, herido. Una anécdota con un artillero herido Un artillero al terminar el combate, hizo entrega de la acémila que había retenido en su poder todo el tiempo y le dijo a sus compañeros: “Mirad a ver si tengo algo en el brazo”. Los compañeros, levantáronle la manga de la guerrera y de la camisa, observando que una bala le había atravesado el brazo. Rápidamente, se avisó al médico el cual practicó la primera cura, siendo el soldado posteriormente evacuado al hospital. Bajas entre los kabileños Según noticias que se recibieron en Melilla de fuente mora, es que entre muertos y heridos, los kabileños tuvieron entre 40 y 50 muertos y los heridos siendo 140 casi todos graves, de los cuales 40, lo fueron a la bayoneta. Telegrama de S.M. el Rey D. Alfonso XIII La muerte del teniente Salcedo en combate, fue a primera sufrida durante el inicio de la Campaña de 1909 por un oficial así como también, fue el primer combate que tuvo el Ejército español durante el reinado de S.M. D. Alfonso XIII, cosa que nos queda reflejada en el telegrama enviado por este al general D. José marina Vega, comandante general de Melilla, y cuyo texto, era el siguiente: “…El comandante general de la plaza, general Marina, cuya dirección en la operación militar ejecutada el viernes es objeto de merecidísimos elogios, ha recibido de S.M. el Rey D. Alfonso un telegrama de felicitación cuyo texto es el siguiente: “Con verdadero entusiasmo felicítole, y a las fuerzas a sus órdenes, por su valor y conducta en el combate de ayer. Enorgulléceme la primera acción de guerra librada en mi reinado. Han quedado plenamente confirmadas las grandes esperanzas que tengo cifradas en el Ejército y en el porvenir de la Patria. Lamento las bajas sufridas. Salude a los heridos, y manifieste a la viuda del teniente Salcedo mi pésame, debiendo servirle de consuelo lo honroso y glorioso de su muerte. Dios concede el premio siempre a los que saben morir por el cumplimiento de su deber.-Alfonso” El primer teniente de Infantería D. Eduardo López Salcedo La biografía del teniente de Infantería D. Eduardo López Salcedo, el primer oficial muerto en combate de la Campaña de 1909, apareció publicada en los siguientes términos, en el periódico “La Correspondencia de España”, del domingo 11 de julio de 1909 y, en primera página. La misma, decía así, bajo el título de “Biografía de López Salcedo, manifestaciones de duelo en Ávila”: “…Ávila (sábado, noche). D. Eduardo López Salcedo, muerto en Melilla durante el combate que ayer libraron nuestras tropas con los moros, nació en esta ciudad el día 10 de octubre de 1876. Su padre, D. Eduardo López, ejercía por entonces su profesión de farmacéutico, con botica abierta en esta misma capital. Murió hace algunos años. Su madre, la señora doña Enriqueta Salcedo, vive aún, y tiene establecida su residencia en Valladolid. D. Eduardo López Salcedo permaneció en Ávila fijamente hasta que hubo cumplido la edad de diez y siete o diez y ocho años. En el Instituto de segunda enseñanza de esa capital cursó, con gran aprovechamiento, los estudios de bachillerato. Habíase ya graduado de bachiller , cuando marchó a la isla de Cuba, en calidad de soldado, durante la insurrección última. Llevóle a aquella guerra su decidida vocación por el ejercicio de las armas. Operó en algunos encuentros con los rebeldes, demostrando, con el ardimiento de los pocos años, el valor de un hombre hecho. En Cuba fue donde el joven Salcedo se afirmó en el propósito decidido de seguir la carrera militar. Al efecto, los ratos que le dejaba libres su deber de soldado –que no eran muchos, en aquellos días de incesante lucha- los dedicaba por entero a prepararse con ánimos de ingresar cuanto antes en la Academia General de Infantería de Toledo. Dabánle aquellos ratos de estudio de que su vocación era decidida y de que su laboriosidad y aprovechamiento eran tan grandes como la misma vocación. Sus compañeros de armas y de fatigas se maravillaban de la seriedad y del tesón con que se entregaba al estudio, huyendo invariablemente de las distracciones que se suscitan en los campamentos cuando los paréntesis de calma dejan a los luchadores lugar para reconciliarse con la vida siempre pendiente de los caprichos del azar. Vuelto a España, Eduardo López Salcedo pudo ver satisfechas bien pronto sus aspiraciones: unos brillantes ejercicios le abrieron las puertas de la Academia general. En Toledo estuvo hasta que fue promovido a oficial de Infantería. Cada curso fue una demostración más de la inteligencia clara, de la laboriosidad grande, de la vocación inquebrantable del joven López Salcedo. Apenas salió de la Academia con las insignias de segundo teniente, fue destinado a formar parte del regimiento de Toledo, con guarnición en Zamora. Tan admirablemente supo en aquella plaza demostrar sus condiciones de militar modelo entre los más pundonorosos, que hubo de merecer que le rindieran un homenaje, iniciado por sus compañeros , en el que tomaron parte juntamente el elemento militar y el pueblo de Zamora, con la representación de todas las clases sociales. Después de lo anotado, puede calcularse cual sería el sentimiento general que en Zamora produjo un día la nueva de que el teniente López Salcedo era trasladado a otro regimiento y otra guarnición. Se le hizo allí, al marchar para su nuevo destino, la despedida más cariñosa y entusiástica que puede imaginarse. Pasó López Salcedo al regimiento de Isabel II, de guarnición en Valladolid. Allí su vida entró en nueva fase. Unos apasionados amores determinaron el cambio. Allí contrajo matrimonio con doña Elvira Santamaría Iracheta, perteneciente a distinguida familia vallisoletana. Esta parte de la vida de López Salcedo es cosa muy reciente, como que la ceremonia de matrimonio fue celebrada el 27 de mayo último. Próximamente un mes hará que fue trasladado a la plaza de Melilla. Con él marchó su esposa. Lo demás de la historia –harto triste en su término- lo conocen perfectamente los lectores: un combate empeñado con los moros; un momento heroico para López Salcedo, y otro momento infausto en que una bala enemiga, por desgracia certera, corta para siempre una existencia santamente sacrificada en los altares del más excelso patriotismo…” Cuerpo a cuerpo con un moro El rotativo madrileño “La Correspondencia de España” del 11 de julio, narraba de esta manera el comportamiento del teniente de Infantería D. Eduardo López Salcedo durante el combate y la muerte que halló en él (textual): “…Formando parte de la brigada disciplinaria la primera que ha de entrar en fuego, según la ordenanza, se hallaba en primer término. El jefe ordenó que los soldados se desplegasen en guerrilla, echándose al suelo. El fuego entre los disciplinarios y los moros fue grandísimo y continuo. De repente un balazo enemigo alcanzó a uno de los soldados , el cual quedó muerto. Salcedo, de un salto se lanzó sobre el fusil del soldado muerto y se proveyó de la dotación de cartuchos, para seguir disparando. Los españoles y los moros se encontraban a una distancia de cincuenta metros. Algunos moros llegaron a salir de la trinchera, tratando de entablar la lucha cuerpo a cuerpo, dirigiéndose al teniente Salcedo, que en pie seguía disparando. Un enorme moro, que llevando parda chilaba se dirigió hacia él, después de haberle disparado el fusil, sin acertarle, fue muerto. De pronto, una bala alcanzó en la frente al teniente Salcedo, el cual, dando un salto cayó sobre tierra. En su auxilio acudieron algunos soldados, el médico del batallón y el capellán, cogiéndole en brazos y retirándole de la línea de fuego. Mientras tanto, los soldados de la guerrilla deseosos de vengar la muerte de su teniente, arreciaron en su acometida, logrando causar grandes bajas entre los moros…” En reconocimiento a los méritos contraídos en el combate del 9 de julio de 1909 que entre otros, costó la vida al primer teniente de Infantería, con destino en la brigada Disciplinaria de Melilla, D. Eduardo López Salcedo, le fue concedido por el S.M el Rey D. Alfonso XIII, el empleo de capitán a título póstumo. “La Época” del 3 de septiembre de 1909, daba la noticía de la instrucción de expediente de juicio contradictorio para la concesión al teniente Salcedo de la Cruz Laureada de San Fernando. Entre otros homenajes que se le hicieron, a iniciativa del Ayuntamiento de Ávila, su ciudad natal y por suscripción popular, se hizo una lápida que fue colocada en la casa donde nació. El sepelio del teniente Salcedo De esta forma y en los siguientes términos, se daban a conocer los detalles en “La Correspondencia de España” del mismo 11 de julio, del sepelio de los soldados caídos en combate y del entierro del teniente D. Eduardo López Salcedo, el finamiento del cual fue muy sentida tanto en su tierra natal, Ávila, como en Valladolid y Melilla y entre sus compañeros de armas. “…Al entierro. Por la mañana, el general D. Pedro Del Real, acompañado únicamente de su ayudante, el capitán Zegrí, y de su ordenanza a caballo, salió del campamento del Hipódromo, marchando por el camino de Nador al encuentro del general Marina. Ambos generales conferenciaron durante un rato, regresando Marina a la posición ocupada por nuestras tropas, y Real a Melilla para ocuparse de los detalles del entierro del oficial y soldados muertos. También ha regresado a la plaza una compañía de Artillería que manda el capitán D. Cándido Lobera, y la compañía del batallón Disciplinario, a que pertenecía el heroico teniente Salcedo. Según ya digo en telegramas anteriores la muerte de éste fue frente al enemigo. Había disparado continuamente contra los moros, aprovechando el fusil que dejó libre el soldado muerto, cuando sonó el toque de ataque a la bayoneta. López salcedo avanzó decidido y entonces recibió el balazo en la frente…” “…El entierro. Melilla. (Sábado tarde). Depositado urgentemente en Melilla a las 14,25; recibido en la Central a las 14,55, y en la redacción a las 10,15.(Treinta minutos de Melilla a Madrid. Setenta minutos de la plaza de Pontejos a factor 7). El entierro del oficial y soldados muertos se ha verificado a las doce de la mañana. La comitiva se organizó en la plaza, junto a la puerta de Santa Bárbara, donde está establecida la guardia del Principal. Un público enorme se agolpó en las inmediaciones, reflejándose en todos los semblantes la impresión de tristeza que producía el fúnebre acto. Allí fueron acudiendo Comisiones de todos los Cuerpos de la guarnición y de los distintos organismos de la población civil. También han concurrido numerosas representaciones del clero castrense. Formó la presidencia el general Del Real, el teniente coronel Aizpuru y los allegados a la familia del teniente López Salcedo. El cortejo se puso en marcha, llegando al cementerio a las doce y treinta. Los cadáveres se colocaron en la capilla, rezándose un responso. Primero fueron enterrados los soldados y después el teniente López Salcedo, que ocupó un puesto en el panteón, donde se guardan los restos de los que perecieron cuando los sucesos de 1898. El féretro fue conducido a hombros de los oficiales de la Brigada Disciplinaria Sres. Serra, Vinader, Torres-Madrid, Roig y otros. En las afueras del cementerio formó la primera compañía del Batallón Disciplinario, de la que formaba parte el teniente muerto, haciendo una descarga para rendir el debido tributo al oficial que pereció en la lucha. Al llegar el cadáver al cementerio se desarrolló una tristísima escena. La esposa de López Salcedo presentóse llorando y abrazándose al cadáver de su esposo. Como ya dije anteriormente, los esposos Salcedo se habían casado hacía quince días.(1). Gran trabajo costó separarla del féretro, consiguiéndose, por fin, apartarla y dar cristiana sepultura al teniente. Las coronas que se han depositado son de la brigada Disciplinaria, compañía de Minas del Riff, Cuerpo de Artillería, de sus compañeros de batallón y otros. La nuestra dice: “A los héroes de la jornada de ayer, La Correspondencia de España”. La salida del cementerio se hizo con el mayor orden, resultando un acto solemnísimo…” Nota (1).- En la biografía publicada en este mismo diario, constaba que se habían casado el 27 de mayo de 1909 y haría próximo el mes al 11 de julio que el teniente Salcedo había llegado destinado a Melilla, dato del que se deduce que había llegado sobre el 11 de junio, llegando ya a la plaza casado, motivo por el cual, no podía hacer 15 días que se había casado. Fuentes - “La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm, 18.777, pág. 1, de fecha sábado 10 de julio de 1909. - “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid núm.21.087, pág. 1, de fecha sábado 10 de julio de 1909. - “El Imparcial”, Madrid, núm.15.205, pág. 2, de fecha sábado 10 de julio de 1909. - “La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid, 18.778, pág.s 1 y 2 de fecha domingo 11 de julio de 1909. - “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid, núm. 21.089, pág. 2, de fecha lunes 12 de julio de 1909. - “La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid, núm.18.811, pág. 2, de fecha viernes 13 de agosto de 1909. - Fotografía: “Nuevo Mundo”, Madrid, pág. 26, de fecha 22 de julio de 1909. - “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la noche, Madrid núm.21.142, pág.2 de fecha viernes 3 de septiembre de 1909. - “La Vanguardia”, Barcelona, pág 9, de fecha viernes 2 de octubre de 1909. 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