ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

martes, 22 de diciembre de 2009

ROMANCES DE CIEGOS




Romances de ciegos

A raíz del desarrollo de la Campaña de Melilla de 1909, se hicieron muy populares los relatos en versos de los principales acontecimientos de la misma. Unos versos impresos en cuartillas de económico y endeble papel que junto a las tarjetas postales que reflejaban el momento histórico, así como revistas ilustradas y periódicos, durante años y guardados en cajones, constituyeron los tesoros más preciados de cuantos participaron en esta guerra.



Estos romances habían nacido en España allá por el siglo XVII y hasta los años veinte del pasado siglo tuvieron presencia en las calles más concurridas de pueblos y ciudades de España, donde generalmente un ciego o inválido los vendía haciéndose acompañar de un gran cartelón con viñetas alusivas al tema y un puntero para señalar la escena mientras recitaba los versos.



En Melilla, gracias a nuestro buen amigo Andrés Hernández, conocemos que su abuelo Vicente Hernández editó y vendió romances. Interesante personaje Don Vicente del que también ofrecemos su biografía:

Vicente Hernández Luengo
Era natural de La Unión de Cartagena, donde desempeñó el cargo de contable administrador en una mina de plata, y cuando éstas dejaron de producir, se tuvo que marchar de allí junto a un hermano. El vino a Melilla, “La América Chica” como le llamaban a esta ciudad entonces, y su hermano José, se fue para Lion, Francia, donde al parecer tuvo fábrica o comercio de tejidos.
Vicente Hernández en Melilla desde 1907, primero tuvo la casa de comidas con churrería incluida llamada “EL BUEN AMIGO”, y que se encontraba instalada en un barracón de madera enclavado a la entrada del Barrio del Real, donde hoy se encuentra “El Bar Cinema”, y que él quiso construir de mampostería con pisos incluidos, y que el alcalde del aquel entonces, Cándido Lobera, no se lo permitió por estimar que aquella zona era del ferrocarril y que después años más tarde resultó no ser así.



Don Vicente también fue propietario por aquellos años de 1920 de varias cantinas en el campo, en Zeluán y Monte Arruit, donde servía a los distintos campamentos de soldados, así como tenía gente contratada que marchaba junto a la tropa, cuando ésta salía de marcha, con grandes canastas de mimbre que contenían desde tabaco a víveres y cántaros con agua que D. Vicente tenía dicho tajantemente a sus empleados no vendieran, pues decía “el agua debe ser gratis para el soldado”. Porque en aquellos años y en aquellos lugares, el agua era un bien preciado que se solía vender.

Cartas en poemas
Y a la par que aquellos hombres vendían víveres a la tropa, también llevaban cartas en poemas, escritas por D. Vicente, para la madre, la novia, el hermano, etc., que por cinco céntimos compraba el soldado analfabeto y las enviaba a sus seres queridos. El diez por ciento de esta venta, era destinado al Asilo de Ancianos de la Ciudad, la popular Gota de Leche.
También Don Vicente regentó la sala de espectáculos “Tiro de Pichón” igualmente enclavada en el Barrio del Real, frente al mercado. Aquí estuvo trabajando con él, en aquellos tiempos y si viviera podía dar fe de todo esto, el bien recordado Esteban Pérez Romero ( 1908 – 1991 ) que durante muchos años estuvo de fotógrafo minutero en el Parque Hernández, con su vieja máquina de retratar y su bonito caballo de cartón.

También el abuelo de Andrés Hernández escribió algunas obras de teatro en prosa. Conservando su nieto tres de ellas: “EN LA BOCA DE LA MINA O EL HIJO DEL CAPATAZ”, que desarrolla su acción en el Marruecos Español. “SACRIFICIO POR AMOR”, escrita al igual que la primera en colaboración con su amigo Timoteo Heras y “CRUCES DE CARRETERAS”, firmada en solitario.
En una de ellas, Fermín que es uno de los personajes que trabaja en una mina, entona esta copla:

“Muere un infeliz minero
de un rudo y penoso canto,
deja un hijo pordiosero
y no lo siente el mundo entero
como a un ministro o torero.
Minerito barrenero,
que trabajas sin cesar,
con tu afán y con tu anhelo
haces rico al usurero
por un mísero jornal…”

Don Vicente fue propietario igualmente del café “LA PIÑA”( emplazado donde después estuvo el estanco de Muria, en el Paseo central del Barrio del Real ) y al final tuvo librería en el Mercado del Real, caseta número 12 ( antes había estado en el Mercado de Madera ), poniendo junto a las cajas de sardinas, las verduras de Trara y los ungüentos de los charlatanes, las almas poderosas de Verne y de Dumas o las ansías imperecederas de Víctor Hugo, por una sociedad más justa y más responsable.


Don Vicente se fue una noche, como dice su nieto Andrés, que no se acuerda del día ni del mes ni del año. Solo recuerda que era una hermosa noche con estrellas. “Murió si perder su poderosa estirpe de minero: los bronquios destrozados. Se marchó con dos heridas. Vino con tres, como dijera otro Hernández en esos campos acuchillados de aquella España del 36. Con dos heridas; la del amor y la de la vida. La de la muerte se había cerrado. Cicatrizado. La del amor la dejó latente en una familia de mujer e hijos, pero también hacía aquella que se extendía más allá del mar, y la de la vida, hacía esa descendencia de luchadores, artistas y liberales que forman el legado sublime de la eternidad”

Imágenes: Una de las cartas en poemas que editó Vicente Hernández


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