ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

jueves, 16 de abril de 2009

EL COMIENZO ( 2 )









La agresión a los obreros del ferrocarril

“…Por el cable.(De nuestros corresponsales)

“…Agresión de los rifeños.-Cuatro españoles muertos. Melilla 9, (7,20 tarde). Urgente. Esta mañana un grupo de moros emboscados cerca del sitio en que se hacen los trabajos para construir un puente sobre la torrentera de Sidi Musa, han hecho fuego sobre los obreros, matando a cuatro españoles.
Tropas a las órdenes del general Marina salieron en el acto, imponiendo duro correctivo a los agresores y cañoneando sus aduares.
La tranquilidad se ha restablecido, y las obras continúan. Ampliaré esta información…”

“…Anuncios de la agresión.-La hostilidad contra España.-Amenazas de la kábila de Quebdana.-Actitud de los obreros rifeños. Melilla 9, (10,50 noche). Comunicada en mi anterior despacho la breve síntesis de lo ocurrido esta mañana, haré ahora el relato completo de los acontecimientos, que, a pesar de ser esperados, determinan aquí una gran agitación.

En mis telegramas de los tres días anteriores he venido apuntando todos los rasgos que se advertían en relación de los rifeños con la plaza y en la actitud de los obreros moros que trabajan en el ferrocarril de las minas.

La activa propaganda de los agitadores, las predicaciones del Santón Messian, de Beni-Buifrur, la actitud del Caid Chaldy y su retirada del vecino poblado de Mezquita, eran señales que anunciaban la tormenta. El afán de los rifeños que se dicen amigos de España de cobrar rápidamente sus créditos pendientes de pago, y la intranquilidad de los que trabajan en las minas, añadían detalles por los que era fácil colegir la inminencia de una agresión.

Sin duda todos estos datos eran estimados por el digno general Marina en todo su valor, y ya tendría tomadas sus disposiciones para que si el conflicto surgía se impusiese inmediatamente la dura corrección que el caso reclamara.

Otra observación se ha hecho: en la noche última se divisaron en los campos inmediatos algunas hogueras que en la estación presente sólo podían ser encendidas como anuncio o convenida señal entre los diferentes elementos belicosos de las kábilas.

Confidencias de ayer decían que en las kábilas de Chelanit y de Scheedara circulaban rumores de un ataque a la plaza , para lo que se esperaba únicamente la llegada de algunos centenares de rifeños que estaban trabajando en las plantaciones y “chantiers” de Argelia.
Sabiáse también que en la kábila de Quebdana había gran indignación por las prisiones que realizó el general Del Real en los moros que se suponían autores de la anterior agresión a las obras mineras.

A pesar de todos estos indicios no se creía realmente que tan pronto ocurrieran los acontecimientos que estoy relatando…”

El ingeniero jefe Sr. Becerra, es informado de los hechos.

“…El aviso de un capataz.-La emboscada.-Traición de los obreros rifeños.-La agresión.-Las víctimas.-Castigo inmediato. Desde hace días estaba el personal directivo de las minas dispuesto a evitar cualquier incidente violento y se tenían dadas órdenes rigurosas a los capataces para que comunicaran a la Dirección cuanto observasen de anormal.

Esta mañana poco antes de las siete, el ingeniero de la Compañía Sr. Becerra acababa de desayunarse e iba a subir al carruaje en el que recorre e inspecciona diariamente las obras del ferrocarril, cuando se le presentó un obrero para darle un recado urgente.

He hablado con el Sr. Becerra, que me refirió de esta manera lo sucedido entonces:

-En el momento que me disponía a marchar y ya tenía un pie en el estribo del carruaje, llegó a mi corriendo un jornalero español y me dijo que traía un recado urgente del capataz Otero. Este capataz es uno de los que dirigen el trabajo de la línea férrea. El obrero que me enviaba me participó que entre los rifeños que trabajaban en la construcción de la vía férrea, algunos, al recibir esta mañana las herramientas, que se les entregaban por lista, manifestaron que no se atrevían a seguir en el trabajo porque iba a haber tiros.. Gregorio Otero, que así se llama el capataz que me enviaba el aviso, insistió cerca de aquellos jornaleros rifeños para que precisasen sus noticias. Entonces dijeron ellos que en los poblados de Quebdana había gran indignación contra los españoles por las prisiones que allí realizaron y estaban decididos a dar en la mañana de hoy un golpe de mano con el que demostraran su fuerza. Se proponían coger prisioneros el mayor número posible de obreros españoles para pedir el canje con los individuos de la kábila de Quebdana que estaban presos en nuestro campo. Los moros de Quebdana y los de Seheedara estaba de acuerdo , según estos informes, para acometer en los que trabajaban en la línea férrea.

-Los informes del que me traía este aviso- siguió diciendo el Sr. Becerra –me merecían completo crédito pero me participaba también al mismo tiempo que, en el punto avanzado de los trabajos no se veían moros. A pesar de estas últimas noticias atendí las previsiones que desde hace días observaba, y dispuse que el mismo obrero portador del aviso comunicara a los capataces que se interrumpiesen los trabajos y se retiraran al campo español los obreros. Partió rápidamente el portador de la órden, y yo, poco después en mi carruaje emprendí mi habitual visita a las obras. Antes de llegar a los límites del campo español supe que había habido un ataque, que algunos de nuestros obreros habían sido muertos, y que la emboscada había sido tan astuta que ninguna previsión podía evitarla-.





1ª fuerza en intervenir: Regimiento de Infantería de África núm. 68

A estas manifestaciones, añadió el señor Becerra las frases de más viva indignación por la conducta de los rifeños expresando su dolor porque obreros españoles, tan honrados como laboriosos, hubieran sido víctimas de la alevosía rifeña.
Continuó su relato el Sr. Becerra diciendo que al mismo tiempo que las anteriores noticias le fue comunicada la de que el teniente coronel Baños, al mando de dos compañías del regimiento de África, había salido inmediatamente del puesto militar del Hipódromo y había penetrado en el campo rifeño. El capataz Gregorio Otero, a la vez que avisaba al ingeniero Sr. Becerra, enviaba un volante al jefe del destacamento del Hipódromo.

El teniente coronel Baños que tenía ya órdenes tan discretas como previsoras del general Marina, invadió inmediatamente el campo ocupado por los moros hostiles, procurando así la retirada de los obreros que bajo el fuego de los rifeños procuraban escapar.

Kábila de Bujeman,(Beni Ensar), solicitud de protección.

Siguió avanzando el Sr. Becerra en su carruaje, pero al ver que toda aquella zona había sido abandonada por los trabajadores y que más allá sonaban disparos de fusilería, se dirigió a una locomotora de la Compañía francesa titulada “Norte Africano” en la que iba el ingeniero francés M. Beaufort. Los obreros de ambas compañías se habían replegado al mismo tiempo. Caminaba la locomotora despacio , deteniéndose de cuando en cuando, para recoger a los fugitivos. Por ellos supo el Sr. Becerra que cuatro obreros españoles habían muerto bajo el fuego de los rifeños y que otro obrero estaba herido con lesiones graves en un antebrazo, el cuello y en la cabeza.

Siguió avanzando la locomotora de la Compañía francesa cuando, al llegar al trayecto de la primera a la segunda caseta, se le presentaron varios moros de la familia Bujeman que pertenecen a la kábila de Beni Ensar. Suplicábanles que las tropas españolas les protegieran porque los moros rebeldes iban a invadir sus fincas, que estaban más allá del Atalayón y en las que pastaban sus ganados.
Manifestaron los moros de Bujeman que eran inocentes de aquel atentado, que eran amigos de España y que habían procurado ocultar a los obreros españoles que escapaban del tiroteo de los de Quebdana. El Sr. Becerra trasmitió el ruego de aquellos moros que al parecer son amigos nuestros, al teniente coronel Sr. Baños.

Llegada de más compañías del Regimiento de África al escenario del combate

Desde la plaza de Melilla se observaban los movimientos de las tropas. Las dos compañías del regimiento de África al mando del teniente coronel Baños, avanzaron rápidamente haciendo fuego. De entre los declives del terreno surgían grupos de moros, todos armados de fusiles. Las compañías del regimiento de África que estaban en el Hipódromo avanzaron briosamente hacia el Atalayón y aún pasaron este límite. Recibían una granizada de proyectiles. Una muchedumbre rifeña, que tan pronto se reunía como se dispersaba, hacía fuego. Nuestros soldados seguían avanzando y sus certeros disparos sembraban el pánico entre el enemigo.

Hans Nicolás i Hungerbühler


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