El general D. José Marina Vega, entra en territorio enemigo Desde la plaza se veía como el general Marina con siete compañías de infantería, la artillería correspondiente y todos los servicios anejos, penetraba en el campo moro. Pronto fueron colocados los cañones, y comenzó su fuego que fue incesante y afortunado. Media hora después de comenzar el cañoneo empezaron a arder los aduares. Elevánse aquí y allá columnas de humo. Legiones rifeñas corrían en todas direcciones. La infantería avanzaba,y el pánico cundía entre la morisma. El general Marina, ejecutando esta operación con la certeza del éxito, distribuía sus fuerzas hábilmente. Los que colocados en las terrazas de Melilla contemplaban el despliegue de las fuerzas, enviaban su aplauso al insigne general que mandaba esta plaza…” El capataz Otero. “…Referencia del capataz Otero. He hablado con el capataz Gregorio Otero, que me ha referido de este modo los hechos de que fue testigo: -Según costumbre, antes de las seis de la mañana me dirigí a la zona en que se está reconstruyendo el ferrocarril. Me encontré con un moro, que me saludó, porque me conoce hace mucho tiempo, y me dijo que no siguiera avanzando, porque nos iban a fusilar a los españoles y a los moros que nos siguieran. Procuré averiguar si esta era una de tantas alarmas como a diario circulan por aquí. El moro insistió en el peligro que nos amenazaba, añadiendo: “Ahora es verdad. Los de Quebdana quieren amedrentar a los españoles y tomar venganza de las prisiones que se les han hecho.. No sigas adelante porque corre peligro tu vida”. -A pesar de estas noticias- siguió diciendo Otero- continué mi camino. En toda la planicie no se divisaba nada que me alarmase. Al llegar a la segunda caseta vi allí reunidos a los rifeños que trabajan en la vía, los cuales conversaban tranquilamente con los obreros españoles. Hizose allí, según costumbre, la distribución de herramientas. Entonces observé algo que me alarmó. Los obreros rifeños s e negaban a ir a trabajar en los puntos avanzados, algunos de ellos contestaban de mala manera a mis órdenes. Otros se alejaban con sus herramientas, como si fueran a cumplir la orden recibida, pero no ejecutaban aquella que yo tenía dispuesta. Advertiase en todos resistencia pasiva. Miraban hacia el Atalayón y de cuando en cuando conversaban entre sí. –Conocían entre sí- dije yo a Otero- el plan de los enemigos de España. -Ciertamente que lo conocían-me contestó Gregorio Otero. Solo los obreros españoles, con la obediencia que les caracteriza y con el valor que les es propio, fueron donde se les mandaba sin pedir explicaciones y como sin enterarse del peligro que les rodeaba. A eso de las siete de la mañana trece obreros españoles comenzaron a mis órdenes y bajo mi dirección las obras de asiento del puente sobre el arroyo Sidi-Musa. Unos diez minutos llevaban trabajando los obreros españoles, cuando de repente sonó una descarga de fusilería. Yo había examinado atentamente el horizonte y no había visto señal alguna que permitiera esperar aquel ataque. Calculo que los disparos fueron hechos a unos cien metros de nosotros… Entre la humareda vi caer a tres españoles. Cuando levantaban en lo alto sus hazadones para hundirlos en la tierra, dieron bruscos saltos y rodaron con sus herramientas agarradas…No sé ¡lo que sucedió después; carecíamos de armas para defendernos. Tuvimos que huir. El fuego de los rifeños nos perseguía. Ví que algunos moros saltando de los escondites en que estaban, querían rematar a los heridos apedreándolos. Al retirarnos seguía el fuego y otro obrero español caía en tierra interrumpiendo bruscamente su carrera. Un balazo rifeño le había herido rompiéndole un brazo. Los proyectiles llovían en torno nuestro. Nuestra fuga era inevitable, y, ardiendo el alma en ira, seguimos corriendo. Nos seguían los enemigos y el fuego continuaba. No sé como nos libramos ni uno solo de aquel inesperado ataque. -¿Y qué hicieron entonces los trabajadores rifeños que estaban a las órdenes de ustedes?-Son unos miserables-contestó el capataz Otero-Los moros jornaleros que se habían quedado atrás en nuestra retirada, nos abandonaron indignamente. Hasta hubo algunos que nos agredieron con piedras. Otros quisieron robar una mula que estaba delante de un carro, y que al recibir el primer latigazo escapó dando coces y tomando el camino de la plaza. Todos se fueron hacia el campo enemigo, todos olvidaron las atenciones y bondades que les dispensamos…Yo conseguí tomar la locomotora de la Compañía francesa y con ella llegué al campo español, dando aviso de lo que ocurría al comandante militar del Hipódromo, quien dispuso que saliera inmediatamente fuerzas hacia el campo moro…” La fuerza militar que partió inmediatamente, fueron la 1ª y 3ª compañías del Regimiento de Infantería Africa núm. 68, bajo el mando del teniente coronel D. Enrique Baños Pérez. El rotativo madrileño, ABC, daba a conocer a la opinión pública lo sucedido en las obras para la construcción del puente del ferrocarril minero de la forma que a continuación se citará textualmente, pudiendo comprobar la verosimilutud entre ambas noticias con algunas variaciones: “…El parte oficial. Melilla 9. El Gobernador militar al ministro de la Guerra. Esta mañana, a eso de las ocho, cayeron grupos de moros sobre trabajadores de las vías férreas, pasando a cuchillo a varios españoles. Inmediatamente salí con brigada disciplinaria y, seis compañías de África seguidas de cerca por otras de Melilla, las baterías de Artillería, una compañía plaza, sección de Ingenieros y escuadrón, encontrando fuerzas enemigas parapetadas en los obstáculos naturales del terreno sobre las alturas que dominan el camino a las vías por el flanco derecho. Después de convenientemente cañoneada la posición han sido desalojadas sucesivamente de tres alturas por el frente y otra más a la derecha hasta coronar la estribación del grupo designada en el croquis con el nombre del V el Sidi Ahmetil Hach. El combate ha terminado a eso de las trece, quedándome con las fuerzas en las posiciones conquistadas. Las bajas aunque sensibles, no parecen numerosas; hasta ahora se conoce muerto el teniente Salcedo, de la brigada disciplinaria; heridos capitán Riquelme, de la oficina indígena; teniente Molina, de la brigada, y, unos treinta individuos de tropa entre muertos y heridos. El espíritu de la guarnición excelente…” “…Las primeras noticias Melilla 9. (de nuestro corresponsal por cable). Coma ya indicaba en mis últimos despachos, ayer se reanudaron los trabajos en los ferrocarriles mineros. Los obreros moros que con fútil pretexto habían abandonado las obras el día anterior volvieron a ellas espontáneamente. Todo hacía creer que la tranquilidad estaba restablecida. Esta mañana, a la hora de costumbre, los obreros españoles salieron de la plaza para dirigirse al trabajo. Pocas horas después, a las ocho y media en punto de la mañana, llegaban a todo correr al campo militar del Hipódromo el contratista de la compañía española don Vicente Barrachina, y el intérprete de la misma don Carlos Cuevas, para dar cuenta al comandante que en el kilómetro 7 de la línea del ferrocarril de España nuestros obreros acababan de ser víctimas de una inesperada y brutal agresión por parte de los moros. La noticia circuló por la plaza como un reguero de pólvora, causando enorme alarma. Los moros de Melilla, la mayoría de los hebreos y muchísimos españoles se lanzaron inmediatamente al campo exterior en busca de detalles…” “…La agresión He aquí lo ocurrido, según la versión que he recogido de los labios de uno de los testigos presenciales del hecho, el capataz de los trabajos de la línea Gregorio Otero. Preparábase esta mañana con una brigada de obreros españoles y muchísimos trabajadores moros a proseguir las obras de replanteo en el kilómetro 7, cuando recibió confidencias que los cabileños habían acordado anoche en una reunión intentar esta mañana un golpe de mano para apoderarse de algunos obreros españoles de la vía férrea y ofrecerlos en canje de los cabileños hechos prisioneros por la columna del general Del Real. Aunque en todos los alrededores no se advertía el menor movimiento que justificase estas sospechas, el capataz Otero se creyó en el caso de dar cuenta de ello al ingeniero de la compañía señor Becerra, el cual, como primera medida preventiva, ordenó que se suspendiesen los trabajos. Mientras llegaba la contestación del ingeniero, el capataz Otero se decidió a reanudar las obras. Llamóle la atención que, al repartir como de costumbre las herramientas, la mayoría de los trabajadores indígenas se resistían a aceptarlas con pretextos fútiles y objeciones ridículas como si temieran algo y quisieran ganar tiempo; pero como seguía sin verse en el campo ningún moro, el capataz logró imponerse, distribuyó las herramientas y comenzaron los trabajos. Bruscamente sonó una descarga cerrada y tres obreros españoles cayeron al suelo. Los demás suspendieron el trabajo, alzaron la cabeza, y como a unos cien metros de distancia vieron un grupo de 400 moros de a pie y 30 jinetes que hacían fuego sobre los españoles. Los trabajadores moros salieron a todo correr hacia el campo. Lo mismo hicieron los guardias indígenas al servicio de la compañía española, y lo mismo tuvieron que hacer también los españoles. Los moros seguían haciendo fuego sobre los fugitivos. Uno de ellos, español también, cayó muerto de un balazo en la espalda. Los restantes, con el capataz Gregorio Otero, consiguieron una locomotora de la compañía francesa y llegar al camnamento del Hipódromo…” “…La represión. En cuanto el jefe del destacamento supo lo que ocurría, aconsejó al señor Barrachina que fuese a dar parte al Gobierno Militar de la Plaza, mientras él se dirigía al lugar del suceso con dos compañías de Infantería. Al llegar a la segunda cuesta del ferrocarril, se les presentaron unos moros, suplicando que recogiesen los ganados de ellos, que pastaban más allá del Atalayón. Luego se supo que estos moros fueron los únicos que han favorecido a los españoles. El señor Barrachina llegó a la Plaza e inmediatamente salieron al campo los generales Marina y Del Real y el jefe del Estado Mayor señor Larrea. El primero con dos compañías del regimiento de África, la brigada disciplinaria, una compañía de Artillería de Plaza, una sección del escuadrón de Cazadores y la batería de montaña, marchó a castigar a los culpables. El general Del Real se quedó recorriendo el Hipódromo y colocando fuerzas en los puntos estratégicos de defensa de la Plaza, para el caso improbable de una agresión. A las diez y quince de la mañana la batería de montaña rompió el fuego contra los caseríos de las cábilas vecinas de las agresoras. Éstos pertenecen a las tribus de Beni Buifrur y Nador y fracciones de una cábila cercana de la de Mazza. Poco después, a petición del general Marina, el general Del Real envióle la batería rodada y el resto del escuadrón de Cazadores, dividido en secciones, mandadas por oficiales, que se colocaron en distintos límites. El combate comenzó, como he dicho a las diez y quince de la mañana. Las dos compañías de Infantería mandadas por el jefe del destacamento del Hipódromo, teniente coronel Baños, que salieron a recoger los muertos, encontraron la colina de Xifar coronada de fuerzas enemigas que avanzaban osadamente. Las dos compañías rompieron el fuego. Diez minutos después llegó el general Marina. Destacó las fuerzas disciplinarias, y las baterías emplazadas comenzaron a destruir los caseríos y chumberas tras de los cuales los moros estaban apostados. El combate duró una hora. Nuestros soldados se batieron admirablemente. Al sonar ¡alto el fuego! Se recogieron seis soldados muertos y varios heridos. A las once y quince de la mañana quedó tomada la posición. El resto de las fuerzas en las baterías de a pie se dirigieron al Atalayón para tomarlo, a la bayoneta. El combate fue muy duro, porque el enemigo se batía a la desesperada. A las dos y media de la tarde el Atalayón quedó en poder de los españoles. El espíritu de las tropas fue admirable y heroico. El general Marina dirigió personalmente las operaciones, sin apartarse un momento de la línea de fuego…” “ABC, 10 de julio de 1909” Protesta del gobierno español al sultán Ante la a agresión sufrida por los trabajadores del ferrocarril, el gobierno español, presentó una queja al Sultán de Marruecos, protestando enérgicamente ante aquel ataque que se había sufrido. Dicha protesta presentada mediante telegrama, decía lo siguiente: “…El ministro de Estado al Encargado de Negocios de España en Tánger. Telegrama 10 de julio de 1909. Gobernador de Melilla telegrafío anoche lo siguiente: “Ocho mañana grupo moro acuchillaron varios trabajadores vías férreas. Inmediatamente salí con fuerza cañoneando enemigo y atacando, desalojándoles sucesivamente tres alturas hasta Yebil Sidi Ahmed-El Hach. Combate terminó a eso de las trece, quedándome en posiciones conquistadas. Hasta ahora se conocen bajas un oficial muerto y dos heridos y unos treinta tropa entre muertos y heridos. Sírvase comunicarlo delegado sultán, agregando Gobierno de S.M., que por falta existencia autoridades y fuerzas Majzén, no haya podido evitarse el ataque a españoles” Firmado: Allendesalazar. Fuerzas militares que había en Melilla el 9 de julio de 1909, eran las siguientes: Las fuerzas que había de guarnición en Melilla, el 9 de julio de 1909, aparte del ya citado Regimiento de Infantería de África núm. 68, eran: - Regimiento de Infantería de Melilla núm. 59. - Batallón Disciplinario (Infantería). - Escuadrón de Cazadores de Melilla. - Artillería de la Comandancia de dicha arma de Melilla. - Compañía de Ingenieros Zapadores. - Compañía de Mar. - Una sección de Administración Militar. - Una sección de Sanidad Militar. Los efectivos de dichas fuerzas, estaban estructurados de la forma siguiente: - Regimientos de Infantería, compuestos de 3 batallones con 800 hombres cada uno, siendo un total de 2.400. - Batallón disciplinario, como su nombre indica, su plantilla, no es fija. El 9 de julio contaba con 4 compañías y un total aproximado de unos 390 hombres. - Escuadrón de Cazadores de Melilla, (Caballería), tenía 126 hombres y 117 caballos. - Artillería de la Comandancia de Melilla, tenía: 803 artilleros. 30 caballos de silla. 50 caballos de tiro. 52 mulos. 2 Baterías de 4 piezas. Batería Montada. Batería de Montaña. - Compañía de Ingenieros zapadores, 90 hombres con su material. - Compañía de mar de Melilla, 90 hombres. - Sección de Administración Militar: 115 hombres. 2 caballos de silla. 36 mulos. 22 carruajes. - Sección de Sanidad Militar, contaba con 37 sanitarios. Por lo tanto, los efectivos militares en Melilla al estallido del conflicto que dio lugar a la Campaña de 1909, eran de aproximadamente unos 5.190 hombres, 149 caballos de silla, 50 caballos de tiro, 88 mulos, 8 piezas de artillería y 22 carruajes del Cuerpo de Administración Militar. FUENTES - Fuente: ”La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid núm. 21.078, pág. 1, de fecha jueves 1 de julio de 1909. - Fuente: “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid, núm. 21.080, pág. 1, de fecha sábado 3 de julio de 1909. - Fuente: “La Época”, Últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid, núm.21.082, pág.2, de fecha lunes 5 de julio de 1909. - Fuente: “La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm,18.772, pág 7 de fecha lunes 5 de julio de 1909. - Fuente: “La Correspondencia de España”, Informaciones del extranjero, Madrid, núm. 18.775, pág. 2 de fecha jueves 8 de julio de 1909. - Fuente:”La Época”, últimos telegramas y noticias de la tarde, Madrid, núm. 21.086, pág. 1, de fecha viernes9 de julio de 1909. - Fuente: La Correspondencia de España”, Edición de la mañana, Madrid núm. 18.791, pág. 2, de fecha martes 24 de julio de 1909. - Fuente: “El Ejército y la Sociedad Española, la cuestión ,marroquí 1904-1926” (Agresión a los trabajadores españoles en Melilla), diario ABC, Madrid de fecha 10 de julio de 1909. - Fuente:”El Ejército y la Sociedad Española, la cuestión marroquí 1904-1926” (El Gobierno español se queja al sultán, 10 de julio de 1909). Internet. Hans Nicolás i Hungerbühler |
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