ÉRASE UNA VEZ MELILLA

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GRUPO DE ESCUELAS MIXTAS

EN EL BARRANCO DEL LOBO

martes, 29 de septiembre de 2009

En el Barranco del Lobo: Una bala para dos rifeños







27 de julio de 1909 : En el Barranco del Lobo

“Una bala para dos rifeños” , la hazaña del Cabo Castero en el Barranco del Lobo

Otro de los episodios del 27 de julio de 1909, en el Barranco del Lobo, fue la hazaña del cabo D. Hermenegildo Castero Cruz, de la tercera compañía del Batallón de Cazadores de Llerena. Su gesta, quedó recogida de la siguiente forma, en el rotativo “El Liberal”, del viernes 30 de julio de 1909 (textual): (1).

“…Sucesivamente se van conociendo pormenores del sangriento combate de anteayer, en el que hallaron muerte gloriosa Pintos, Palacios, Ortega y buen número de oficiales y soldados. Los actos de arrojo individual se dieron por docenas.

El cabo de la tercera compañía del batallón de Llerena, Hermenegildo Castero Cruz, persiguiendo al enemigo, llegó al fondo de un barranco donde se encontró completamente solo. Tres moros parapetados en unas peñas hicieron fuego sobre Castero. Este se consideró perdido y arremetió contra los moros, luchando a brazo partido con los tres. El bravo Castero cayó en tierra con varias heridas, y cuando sus enemigos se disponían a rematarlo, dos soldados, que buscaban a su compañero, llegaron providencialmente, disparando sus fusiles contra los moros. Estos huyeron; pero Castero se incorporó , y apuntando con su máuser, mató de un solo tiro a dos rifeños.

Después fue trasladado a la plaza, ingresando en un hospital de sangre para curarse de las heridas. Estas, por fortuna, aunque varias, no son graves. Castero ha sido muy felicitado por su serenidad y bravura…”

De esta hazaña y, recogida por el corresponsal de “La Correspondencia de España”, señor Rodríguez de Celis, el 1º de agosto de 1909, se narra en dicho diario, una entrevista personal, con el Cabo que en este cita de apellido Cesteros en vez de Castero, que dice lo siguiente, sobre aquellos momentos vividos por el cazador de Llerena (2):

“…Tenía noticia de la heroicidad realizada por Hermenegildo Cesteros Cruz , cabo del batallón de Cazadores de Llerena. Hoy he sabido que estaba en la plaza y he ido a verle. Con toda ingenuidad me ha contado su hazaña el cabo Cesteros.

Ocurrió que él, con unos pocos soldados, dio en perseguir a un grupo de moros que les habían molestado bastante con disparos no interrumpidos en largo tiempo. Hábianse propuesto dar buena cuenta del grupo. Tal era el ímpetu con que el cabo Cesteros se lanzó en seguimiento del grupo enemigo, que acabó por distanciarse mucho de los soldados que le acompañaban desde el principio. De ello se dieron cuenta los moros que huían, y volvieron pasos atrás.

En un instante se vio Hermenegildo Cesteros rodeado de ocho moros, en disposición de vengar en él la apurada persecución de que hasta entonces habían sido objeto.

Convencido el cabo de Llerena de que su vida solo se salvaba jugándose el todo por el todo, aprestóse a la defensa, haciendo uso de todo género de armas y de todas sus fuerzas. Mató a dos moros; hirió a otros tres de tal suerte que ya no pudieron intentar agresión ninguna, y a los tres restantes les obligó a emprender la fuga precipitada, temerosos de correr suerte análoga.

Por su parte, Hermenegildo Cesteros se apresuró también a las posiciones antes de que los tres fugitivos tuvieran tiempo de avisar a otros para volver contra él.

¿Qué impresión- le he preguntado-experimentó usted en el tiempo que duró tan empeñada, tan terrible lucha?. –Si he de decirle la verdad, la verdadera impresión la sentí cuando todo terminó y pude darme cuenta de lo que había hecho. La escena fue tan rápida como violenta. Al verme rodeado de ocho moros, me acordé de España, de mi familia, de mí mismo; sentí la necesidad de la vida, y como esta estaba en manos de aquellos enemigos, hice un esfuerzo supremo, me defendí, les ataqué con rabia loca; con esa furia que solo se siente una vez en la vida, y todo acabó como ya usted sabe.

Conmovido por la ingenua relación del cabo de Llerena, he estrechado su mano, felicitándole entusiásticamente..”.

“Un caballo desertor”

Aquel día, 27 de julio de 1909, un caballo. Desertó y se pasó a los moros. Así lo contaba un soldado herido en las piernas, a un corresponsal del diario madrileño “ABC” (textual): (3).

“…Páez Jaramillo. Un soldado de Cazadores de Madrid viene en una camilla con más ganas de hablar que un loro, y eso que dice que tiene más sed que el río de su pueblo en Agosto (luego me explicó esta frase diciendo que en su aldea,, de la provincia de Cáceres, no hay más que un arroyuelo que lleva agua en invierno si nieva en la sierra de Candelario). Tiene las dos piernas atravesadas por un balazo de Mauser.

-No debo tener roto ningún hueso, porque no me duele nada-. Mientras descansan los camilleros y beben agua, me cuenta que han entrado en fuego con la brigada Pintos una compañía de África y fuerzas de Melilla. –He visto caer caer heridos- me dice –al capitán González Nandín de África, y un oficial. Los más castigados hemos sido Madrid, Llerena y Las Navas. También he visto caer al coronel Páez Jaramillo. ¡Que hombre ese…!- agrega.

-¿Pero ha caído herido?- le pregunto- ¡Ca!. Subió a nuestras guerrillas, ¡que la verdad!, estábamos un poco desconcertados, porque esos demonios de moros tiran de todas partes y se arrastran como galápagos, sin que se les vea. Íbamos a replegarnos, pero él nos dijo: ¡adelante conmigo!. Reculó el caballo, y rodó con el coronel por el barranco abajo. Corrimos en su auxilio y le encontramos como muerto. Se había dado un golpe en la cabeza contra una piedra y había perdido el conocimiento.

Cuando abrió los ojos no se le ocurrió otra cosa que decir: ¡Venga mi caballo!. Pero ¡donde estaba el caballo…!. Había arrancado desbocado. ¡Se nos había pasado al moro!...”


“Me han hechao las tripas fuera, por lo demás no pasa nada”, 2º teniente D. Antonio Muñoz León

Un joven oficial del Batallón de Cazadores de Llerena, de apenas 19 años, D. Antonio Muñoz León, nacido en Sevilla el 31 de julio de 1890 y que había obtenido su despacho de 2º teniente el 13 de julio de 1908, el apenas un año y pocos días después, embarcó con su batallón rumbo a Melilla, el 25 de julio de 1909. Se estaba preparando, para ingresar en la Escuela Superior de Guerra.

Su primer y único destino, fue el Batallón de Cazadores de Llerena y junto a ellos, marchó al Barranco del Lobo el 27 de julio de 1909.. Apenas dos días llevaba en tierras africanas, cuando resultó gravemente herido en combate. Tomás García Figueras, en su libro “Héroes sevillanos en la Campaña del Rif”,cuenta la anécdota, una anécdota que recoge el carácter jocoso del joven oficial:

“…Cayó Muñoz León y su capitán se volvió a él diciéndole: ¿Qué pasa Muñoz?- Que me han echao las tripas fuera, por lo demás no pasa nada…”

Fue evacuado al hospital de Melilla, donde murió el 29 de julio de 1909 a consecuencia de las heridas recibidas, asombrando a todos los que le rodeaban por su entereza. El 18 de agosto de ese mismo año, fue ascendido a primer teniente por méritos de guerra a título póstumo. (4).

“Ti fusila si no pileas contra España”

Un corresponsal de “La Correspondencia de España”, probalemente Rodríguez de Celis, narraba bajo el título “…Odisea de un prisionero…”, las desventuras de soldado capturado por los rifeños, a consecuencia de los combates del 27 de julio, lo siguiente: (2).

“…Ha regresado del campo moro un soldado de la cuarta compañía de Figueras, natural de La Zarza (Cáceres), que cayó prisionero en el combate del 27. Cuenta que los rifeños le han tratado muy bien, alimentándole y dejándole ir de un lado para otro. Primero le amenazaron con fusilarle; pero luego le dijeron que le perdonarían la vida si luchaba contra España. Négose a ello, y anoche aprovechando un descuido de los moros, se puso una chilaba y deslizóse al amparo de las sombras, procurando no ser visto. Al amanecer, encontróse cerca de nuestras avanzadas. Temiendo que le hicieran fuego, arrojó la chilaba y ganó a la carrera nuestras líneas. Dice que los moros parecen escasos de víveres, y se alimentan casi exclusivamente de manteca, miel y uvas. Ha sido incorporado a su batallón…”

“Un vaso de jerez, que pudo costarle la vida”; el cabo Vicens

“…No se como he podido resultar ileso de aquella lucha pues en mi banderín se ven 11 agujeros de los disparos que me hicieron los moros. Otra bala me inutilizó el fusil y otra me partió por la mitad el machete. Solo tengo unas ligeras erosiones en las piernas que me produjeron las piedras que saltaban al caer las balas enemigas al suelo.
Estoy bien de salud, esperando el momento que volvamos a combatir contra esos salvajes…”

(Extracto de la carta que dirigía el cabo del batallón de Cazadores de las Navas, D. Emilio Vicens a su padre, un empleado de una Dirección de Ferrocarriles domiciliado en Madrid, tras el combate del 27 de julio de 1909. (5).

Los hechos

El día 3 de agosto de 1909, el rotativo “El Liberal”, daba a conocer la gesta del cabo banderín del Batallón de Cazadores de Las Navas, D. Emilio Vicens Cereceda a sus lectores de la forma siguiente: (6).

“…Algunos oficiales que, por encontrarse heridos han regresado a España, corroboran las notícias dadas por varios corresponsales respecto a la conducta heroica del cabo Emilio Vicens en el combate del día 27 del pasado julio.

El muchacho con una serenidad y un aplomo inconcebibles a su edad atacó briosamente al enemigo, llegando en su arrojo hasta adelantarse a todo el batallón y luchar cuerpo a cuerpo con varios moros, que intentaban acercarse todo lo posible al desgraciado teniente coronel señor Palacios, para afinar bien la puntería contra este.
Vicens, el solo, sin reparar en el enorme peligro que corría, rechazó primero a tiros, y después con la bayoneta a los osados rifeños. Fue aquel un momento que produjo extraordinario efecto en las tropas.
Los enemigos cercaban al cabo; pero él contra todos se defendía con pasmosos bríos y tranquilidad que causaba asombro.
El teniente coronel, comprendiendo que aquella temeraria lucha, que fue rapidísima, no podía terminar sino con la muerte del heroico Vicens, gritó a este imperiosamente: -¡Cabo Vicens, a su puesto en seguida!- . Vicens al oir la voz de su jefe, retrocedió, y la admiración de todos fue al ver que el muchacho no tenía ni un leve rasguño.
El teniente coronel se hizo servir un vaso de Jerez, y alargandoselo al cabo le dijo: -Toma muchacho bebe que estás bañado en sudor y bien te has ganado un trago. Eres un héroe-.
Al alargar el Sr. Palacios el vaso a Vicens, una bala enemiga dio al jefe en la frente y lo mató. El Sr. Ortega cayó pesadamente sobre el cabo, cuya cara y pecho se mancharon con la sangre del teniente coronel.
La distinguida familia del cabo Vicens, que reside en Madrid, recibió ayer carta del valiente soldado, quien refiere, sin darle la menor importancia, algo, solo algo de lo que ocurrió en la jornada memorable del 27.
En la família de Vicens hay otro militar muy distinguido; su tío Julio Vicens, hermano de su padre, comandante de Artillería que en la actualidad desempeña el cargo de agregado militar en nuestra embajada en Londres.
Emilio Vicens se cree que será propuesto para una recompensa extraordinaria…”
La recompensa obtenida, fue el ascenso a sargento del D. Emilio Vicens Cereceda. (7).
Nota: Se ha rectificado en este artículo, el apellido del teniente coronel que figuraba como Ortega, cuando debería de corresponder al de Palacios.


1910. En una pintura
La Ejecutoria de un batallón.
Los homenajes que se sucedieron para el cabo D. Emilio Vicens por su gesta, no cesaron rápidamente ya que en 1910, el Rey de Armas, D. Luís Rubio Ganga, le recuerda en la elaboración de la ejecutoria al Batallón de Cazadores de Las Navas, con motivo de la distinción de la que era objeto, el batallón. La noticia aparecida en prensa, decía textualmente, lo siguiente: (8).
“…El batallón de Las Navas, uno de los más gloriosos y de más lucido historial de nuestro Ejército, ha sido objeto de una distinción merecidísima de mucha importancia para el cuerpo. D. Luís Rubio Ganga, rey de armas, cultísimo, verdadera notabilidad en heráldica y gran entusiasta de las glorias patrias ha querido rendir un tributo de admiración a dicho batallón, dedicándole desinteresadamente su ejecutoria.
La obra del Sr. Rubio es, como todas las suyas una hermosa obra de arte. Las ocho fechas de los hechos más memorables del batallón figuran a la cabeza del documento, y dentro dichas fechas está el retrato del heroico teniente coronel Palacios que perdió la vida en Melilla en el combate del día 27 de Julio.
A la derecha se ve avanzar al batallón y en primer término se encuentra el retrato del famoso cabo Emilio Vicens que, sosteniendo en alto el banderín, parece animar con su arrojo y decisión a los soldados para que combatan con firmeza al enemigo.
La pintura, fiel traslado de la realidad y de los actos de extraordinario valor realizados por el cabo Vicens, que le valeiron la felicitación entusiasta del teniente coronel Palacios, minutos antes de caer este muerto es afortunadísima.
El historial completo del batallón, haciendo resaltar sus hazañas más sobresalientes, ocupa el resto del documento, que es, como decimos, una excelente obra artística del Sr. Rubio.
La ejecutoria de los hechos memorables de cada cuerpo, es documento del que no debiera prescindir ninguno de ellos, puesto que, colocado en el cuarto de banderas sirve para divulgar y enaltecer entre los soldados las glorias del batallón en que sirevn, constituyendo valiosa enseñanza para las futuras generaciones…”
Una casualidad :El reservista Benito Pérez, de ABC
El corresponsal de “ABC”, explicaba en una de sus noticias del citado rotativo correspondiente al 30 de julio de 1909, el encontrar herido, a un compañero del diario de Madrid. La noticia, decía (textualmente): (9).
“…En el cuartel del Batallón de disciplinarios se han habilitado dos locales. En la puerta del hospital me llama un herido que es llevado en una camilla. -¿No me conoce usted?- me dice-, soy Benito Pérez, el atendedor de la corrección de pruebas de ABC. Le reconozco en verdad: es el buen Benito, el reservista de Arapiles que, cumpliendo su deber, vino a filas dejando desconsolada a su mujer en su casita de la Gundalera. Está herido en una pierna. Va a ser trasladado a Málaga con otros compañeros a bordo del “Menorquin”, que sale dentro de media hora…”

¡Otra que Dios, paisano; gracias a la Virgen que viene un periodista por aquí!

La cantidad de heridos y muertos por parte de los españoles en los combates del 27 de julio, que un corresponsal del diario “El Siglo Futuro”, lo plasmaba, en el testimonio de un cabo aragonés, del batallón de Cazadores de Los Arapiles, que cuando fue herido, cedió su camilla a otro soldado que iba peor que él, y a pie, se dirigió al hospital. Dicho testimonio, fue recogido de la forma siguiente: (10).

“…En una cama de las instaladas en el Casino Militar, un capitán delira y llama a su tercera compañía para que entre en fuego. Más allá está un pobre soldado que tiene un tiro en la frente y la boca llena de sangre; a su lado hay un cabo de Arapiles que es baturro, y al verme lanza aquello de ¡Otra que Dios, paisano; gracias a la Virgen que viene un periodista por aquí!.

-Mire yo tengo un balazo en el costado izquierdo y he venido andando, porque mi camilla se la cedí a un pobre que iba peor que yo. La Pilarica me ha salvado de esta, y en cuanto salga al campo, invocando su nombre, he de subir al Gurugú para allí poner el banderín de mi compañía…”

Capellán de Cazadores de Arapiles: D. Miguel Lafuente, “Los sucesos se atropellaron de tal forma, que no tuve tiempo ni de asustarme” (15).
El capellán del Batallón de Cazadores de Los Arapiles, fue otro de les héroes de la jornada del 27, ya que al ver caer muerto a un capitán, y hallándose el resto de la oficialidad, muertos o heridos, se puso al frente de la compañía, tomando el mando y, organizando un ordenado repliegue. De estos hechos, se recogía en prensa lo siguiente (textual):


“…Melilla 30.- En uno de los últimos combates el capellán de un regimiento se puso al frente de una compañía, cuyos oficiales estaban todos muertos o heridos.
La conducta del clero castrense ha sido como siempre digna de todo elogio, multiplicándose bajo las balas para llevar los socorros espirituales a los moribundos, a los que en algún caso defendieron a machetazos, llevándolos a sitio seguro…” (11).

“…El capellán del que ayer hablábamos refiriendo que tomó el mando de una compañía en el momento del peligro fue el de Arapiles, quien al ver caer a un capitán, tomó el mando de su compañía, reorganizando sus secciones y ordenando una retirada perfectísima, que fue muy elogiada…” (12).

“…Está confirmado el heroico rasgo del capellán de Cazadores de Arapiles, al cual vieron varios oficiales, que cuando cayó el capitán, tomó el mando de las secciones y, organizada la compañía, ordenó la retirada que se hizo ordenadamente…” (13).
“…Cuatro sargentos, seis cabos y más de caurenta soldados han sido premiados con diferentes recompensas por su conducta heroica. El capellán del batallón de Arapiles, que en los más terribles momentos del combate del día 27 no solo administraba los auxilios de la religión a los moribundos, sino que se puso al frente de los soldados que habían perdido a su jefe en la pelea, será objeto de una distinción especial, con arreglo a las disposiciones vigentes en el clero castrense…” (14).

“…El Clero Castrense. El heroico sacerdote capellán de Arapiles y no de Las Navas como por error han dicho algunos periódicos, que en la acción del día 27 tomó el mando de una compañía que se quedó sin oficiales y la dirigió con admirable maestría durante la difícil retirada se llama don Miguel Lafuente. Sobre él están lloviendo de todas partes, calurosas felicitaciones. Además ha sido propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, previo juicio contradictorio…” (16).

El Cabo Pedro Blanco

Otro de los tantísimos héroes que hubo en aquella jornada del 27 de julio, fue el cabo D. Pedro Blanco. El comandante Perinat, le obsequió con 100 pesetas por su gesta. Su hazaña, quedó recogida así en “ABC”:
“…El cabo Pedro Blanco. Como anunciaba en mi despacho de esta mañana, hoy he entregado solemnemente, en presencia de la oficialidad de su compañía del batallón de Estella, al cabo Pedro Blanco las cien pesetas que, por conducto de la redacción de ABC, le ha enviado el comandante Sr. Perinat.

El muchacho, agradecidísimo, me ruega que por el mismo conducto se haga presente su reconocimiento al generoso donante. Esta misma tarde ha girado íntegros los 20 duros a su esposa, que reside en un pueblo de Aragón.

Pedro Blanco es reservista, pequeño de cuerpo, enjuto de carnes, cetrino de rostro, campechano y francote como buen aragonés.

Con un estilo muy pintoresco y con gran naturalidad, como si el hecho no tuviera importancia, me relató a grandes rasgos el bello episodio de que fue protagonista. Poco antes de que se diera al batallón de Estella la orden de replegarse hacia el Hipódromo, vio una columna de humo entre unas piedras.
Blanco que iba en el grupo de los camilleros de la ambulancia de Sanidad, separóse de ellos y dirigiose hacia el lugar de donde salía el humo, encontrando el cadáver de un soldado que los moros acaban de quemar. Suponiendo lógicamente que pudiera haber más heridos, decidió reconocer personalmente todos los lugares inmediatos. En efecto, apenas había dado unos cantos pasos, sorprendió a un moro que estaba rematando a un soldado.

El cabo se arrojó sobre él, le arrebató la gumía y se la hundió en la garganta. Después llamó a unos compañeros para que le ayudasen a transportar al herido al campamento, recogió la gumía y el Remington del moro muerto y se los entregó a su teniente coronel, que a su vez los remitió al general Marina…”(17).
Al cabo D. Pedro Blanco, se le ofreció por esta gesta, el ascenso a sargento o, una cruz roja al Mérito Militar pensionada con carácter vitalicio. Optó por la cruz al Mérito Militar. (18).

Hans Nicolás y Hungerbühler

Fuentes:

(1). “El Liberal” Se publica diariamente en Madrid, Barcelona, Bilbao, Murcia y Sevilla. Núm. 10.888, pág.1, de fecha viernes 30 de julio de 1909.
(2). “La Correspondencia de España”,Edición de la mañana. Madrid núm. 18.799, pág. 1, domingo 1 de agosto de 1909.
(3). “ABC”, Madrid, 1ª edición, pág. 7, viernes 30 de julio de 1909.
(4). “España en sus héroes”, fascículo núm. 3pág. 88, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, Madrid 1969.
Fotografía 2º teniente D. Antonio Muñoz León, “España en sus héroes”, fascículo núm.3, “Un capellán en el Barranco del Lobo”, Madrid 1969.
(5). “La Correspondencia militar” Madrid núm. 9.649, pág. 2, miércoles 4 de agosto de 1909.
(6). “El Liberal”, Se publica diariamente en Madrid-Barcelona-Bilbao-Murcia y Sevilla.. Núm. 10.670. pa´g.2, viernes 3 de agosto de 1909.
(7).” EL Imparcial”, Diario Liberal, Madrid núm. 15.322, pág. 5, jueves 4 de noviembre de 1909.
Grabado “Caballería en persecución de rifeños agresores, fue publicada en la 1ª página de “La Correspondencia de España”, de martes 17 de agosto de 1909.
(8). “El Liberal”, Se publica diariamente en Madrid-Barcelona-Bilbao, Murcia y Sevilla, pág. 2, miércoles 4 de mayo de 1910.
(9). “ABC”, Madrid pág.7 viernes 30 de julio de 1909.
(10). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm.604, pág.1, lunes 2 de agosto de 1909.
(11). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 602, pág. 1, viernes 30 de julio de 1909.
(12). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 603, pág. 2, sábado 31 de julio de 1909.
(13). “ABC”, Madrid, Edición 1ª, pág. 7, viernes 30 de julio de 1909.
(14). “La Correspondencia Militar” núm. 9.646, pág. 1, domingo 1 de agosto de 1909.
(15). “La Correspondencia Militar”, núm. 9.863, pág. 3, viernes 20 de agosto de 1909.
(16). “El Siglo Futuro”, Diario católico, Madrid núm. 610, pág. 2 lunes 9 de agosto de 1909.
(17). “ABC”, Madrid 1ª edición, págs.. 6 y 7, domingo 1 de agosto de 1909.
(18). “ABC”, Madrid,1ª edición, pág. 6, domingo 1 de agosto de 1909.



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