Después del combate del día 27 de julio: Los paisanos Para hacernos una idea de lo que fue el combate del día 27, citaré otro artículo aparecido en el mismo periódico citado anteriormente, en el que Rodríguez de Celis, narra el después del combate. “…He apartado muchas veces los ojos espantados en presencia de la tragedia…Otras, no he necesitado que mis párpados me ocultasen el tristísimo cuadro: una nube de lágrimas ha servido de tupido velo que me impedía ver tantos horrores. ¿Por qué los periodistas no hemos de narrar siempre fiestas y alegrías? ¿Por qué la pluma ha de correr sobre el papel algunas veces para describir escenas de desolación, momentos de angustia, horas terribles, de inolvidable, intenso dolor?. ¡La verdad!. La verdad es que la jornada ha sido dura, tremenda, y que en ella nuestro ejército , este valiente ejército español, todo heroísmo, lealtad y valor, ha probado una vez más su temple y su bravura. En el Hipódromo, el Teatro, la Alcazaba, allí donde pueden ser asistidos los que han recibido heridas, se instala un hospital… En el Hipódromo, el cuadro es imponente, tristísimo. Casi hacinados, revueltos jefes, oficiales y soldados de todos los batallones, por cientos son curados por los médicos de Sanidad, que no descansan un momento en su triste labor. ¡Los paisanos!. Este admirable vecindario de Melilla, realiza hechos de humanidad y heroísmo que merecen ser consignados. En la misma línea de fuego recoge a los heridos trasladándolos al Hipódromo o a los hospitales. Uno de estos generosos vecinos cae herido de un balazo en la cintura; pero esta desgracia no produce en sus compañeros otro sentimiento que es el de indignación contra el enemigo, y la piadosa tarea continua sin interrupción. Camillas, bancos, sillas, coches, carros, de todo se echa mano para la conducción de heridos. La jornada ha sido horrorosamente trágica y nuestros heroicos soldados caen por parejas, por docenas… Del batallón de Las Navas puede decirse sin hipérbole que ha quedado en cuadro. Sus dos jefes han muerto; de los cinco capitanes, sólo quedó ileso D. Manuel Godé; de los trece subalternos, los Sres. Galiana, Pumarola, Ramírez y González… Soldados han muerto muchos y muchos más han resultado heridos. ¿Para qué citar nombres de jefes y oficiales?, ¿Para que hacer una relación de los soldados de todos los Cuerpos que han caído bajo el fuego enemigo?. Sería interminable. Ni en la guerra carlista, ni en la de Cuba y Filipinas hubo un día de tanto heroísmo para nuestra Patria, como lo fue el 27 del actual. De las pruebas de sacrificio y heroísmo dadas por nuestras tropas es ocioso hablar. El general Marina, imperturbable, en las guerrillas, dirigía el combate, rodeado de su Estado Mayor. En un momento, todos los que le acompañaban se vieron desmontados…El enemigo dirigía sus disparos contra el bravo general, y las balas herían o mataban los caballos de sus ayudantes. El propio general en jefe había recibido un balazo que le había traspasado la guerrera de rayadillo. El escuadrón de Cazadores de Melilla hizo un servicio excelente, siempre bajo una verdadera lluvia de balas. Su teniente coronel Sr. Morcillo, adjunto al Cuartel General, lo mismo que sus subalternos, demostraron su valor y sus cualidades excepcionales para el cumplimiento de la difícil misión que desempeñaban. A las ocho y media de la noche cesó el fuego. En los hospitales se vela, en los hogares se reza y se llora. La ciudad parece tranquila. Cada dos horas, un coche de la ambulancia de Sanidad Militar va camino del cementerio… A cada momento se oyen sollozos, que parten de una ventana o de un balcón. Un transeúnte me detiene y me pregunta: -¿Sabe usted si mi hijo está muerto?-¿Cómo se llama?- Pero el desgraciado no puede esperar, necesita saber en seguida la triste noticia, y se dirige a otro para hacerle la misma pregunta. Las calles están solitarias y tristes a las dos de la madrugada; pero en los balcones de las casas se ven rostros inquietos, llenos de ansiedad, temiendo interrogar a los que pasan. Hoy Melilla ha recibido por centenares españoles que han caído muertos y heridos por las balas enemigas. En los momentos de lucha, el vecindario melillense ha acudido con heroísmo a socorrer a sus hermanos; por la noche, se ha encerrado en sus hogares a dedicar a sus compatriotas unas lágrimas y una oración…”Rodríguez de Celis. Hans Nicolás i Hungerbühler. |
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